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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Ciencia ficción. Thriller. Acción. Western En un futuro próximo existe un gigantesco parque de vacaciones dividido en tres zonas: la Roma Imperial, el Oeste americano y la Europa Medieval. Cada una de ellas reproduce con total fidelidad las características de cada época. Existe, además, la posibilidad de que quien pueda permitírse el lujo viva sus propias aventuras en la época elegida. Al parque han ido de vacaciones un par de amigos, Peter Martin (Richard Benjamin) y John Blane ... [+]
28 de diciembre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que, no sin cierto voluntarismo laudatorio —el exhibicionismo seriéfilo demandaba su nuevo juguete de usar y tirar—, se ensalzan las (no tantas) virtudes de “Westworld” (ídem, 2016) mientras se silencian sus (bastantes, y abultados) defectos, parece buen momento para revisitar la estupenda película de 1973 de la que aquella fanfarria pretenciosa es inflamado y poco respetuoso “remake”.
Un Michael Crichton que todavía publicaba bajo seudónimo escribe y dirige esta curiosa amalgama de distopía futurista y western crepuscular que sirve de marco perfecto a hora y media de diversión indesmayable, con profusión de tiroteos a cámara superlenta y chorros de tomate frito “Fruco” que hubiera firmado el mismísimo Sam Peckinpah. Una verdadera delicia para quienes, como yo, tuvimos el gustazo de disfrutarla allá por nuestra cada vez más lejana niñez y cuya paquidérmica, pretendidamente honda versión HBO nos esta dejando algo fríos. Poco amigo de sutilezas y perspicaz descifrador del gusto popular, Crichton nos ahorra la plasta moralizante en que retoza la reciente serie de televisión y, por contra, regala al espectador justo lo que éste espera de una desacomplejada serie B como la que nos ocupa: acción a mansalva. Ni más ni menos.
Un simpático James Brolin de —por entonces— llamativo parecido con Christian Bale se va de vacaciones al bizarro parque temático del título original junto a su apocado amigo interpretado por un insulso Richard Benjamin. Allí topan con la indiscutible alma de la fiesta: el pistolero robótico que encarna Yul Brynner, comodísimo en la piel —sintética— de su autoparódico personaje. Quién le iba a decir a la calva más famosa del Hollywood clásico que serviría de inspiración, directa y evidente, para el inmortal —en todas las acepciones del término— “Terminator” ideado por James Cameron y convertido en icono por Arnold Schwarzenegger. Así lo evidencian su porfía persecutoria, percepción ampliada e inmunidad a todo tipo de agresiones físicas. Mención aparte merecen los pixelados planos subjetivos, reproducción de la visión cibernética del sensacional villano, en la que por vez primera en la historia del cine se utilizaron imágenes generadas por ordenador.
En fin, muy recomendable ejemplo de cine de entretenimiento, sin más pretensiones que las que sugiere su —en absoluto peyorativa— calificación como tal. Porque se puede hacer pasar un buen rato y al tiempo quedar en la memoria colectiva, sentar cátedra incluso, sin abrumarnos con —sólo en apariencia— enjundiosos dilemas morales y cara imaginería artificiosamente deconstruida.
Carorpar
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