“Daybreakers” es una película francamente divertida, saludable vuelta de tuerca cyberpunk al subgénero vampírico, últimamente algo de capa caída.
Efectivamente, los hermanos alemanes Spierig beben directamente, casi emborrachándose, de “Blade Runner” (Blade Runner, 1982) a la hora, sobre todo, de diseñar un penumbroso futuro no muy lejano- concretamente, 2019-, hecho de inacabables rascacielos, pantallas gigantes, pasarelas voltaicas y corredores subterráneos; al tiempo que toman de “Matrix” (The Matrix, 1999), otro inconfundible icono cyberpunk, la inquietante idea de la estabulación de humanos para su “ordeño” mecanizado. Todo ello retratado con la bizarra pincelada serie B del Carpenter más desbocado- “Vampiros de John Carpenter” (John Carpenter´s Vampires, 1998); con un sugestivo matiz, y no menor, y es que el cazador implacable es aquí el vampiro- la sofisticada y sedienta sociedad vampírica, más bien-, y no a la inversa.
Contiene “Daybreakers” las dosis de acción, el derroche de hemoglobina y cierta querencia por la casquería (callos, criadillas, sesos, zarajos, etc.) innegociables en cintas de su pelaje. Pero cuenta, además, con un reparto de altos vuelos que eleva su caché por encima del común de estos productos. Así, resulta especialmente reconfortante ver a estrellas de la talla de Ethan Hawke, Willem Dafoe y Sam Neill disfrutando como gorrinos en el cieno entre rociadas de sangre, explosiones, combustiones espontáneas y mordiscos traperos. En fin, una delicia.