Producción de Netflix que llega en pleno periodo otoñal y con las salas de cine a mínimo rendimiento re-programando clásicos a falta de estrenos y que ha despertado interés y buenas palabras a partes iguales.

Y son merecidas ambas cosas, en su mayoría. Esta bien que en su título lleve la palabra dama, porque la dama es la que se lleva la función. Una Anya Taylor-Joy en estado de gracia con una presencia escénica brutal sobre la qué cabalga el resto de la propuesta. Un cast de secundarios funcionales, varios de ellos ex-niños estrella, que no acaban de llenar los trajes de los personajes a los que interpretan, pero que cumplen como los peones al servicio de la reina que son en realidad. La producción también se lleva halagos, por su cuidado y su fantástica ambientación, recuerda en muchos momentos a Mad Men, yo creo que eso lo dice todo.

Y llegamos a la parte del guión, el esqueleto de toda obra, y aquí es donde le veo el mayor pero. Durante seis capítulos es sencillo pero mantiene la tensión y nos deja algún buen momento gracias a una dirección bastante acertada, pero patina en un capítulo final que tiene algún momento que por naif, roza lo tonto. Ejemplos, el viejo jugador ruso graciosillo, el equipo de ex/asesores unidos por un bien mayor, y los ciudadanos de la Unión Soviética aclamando en las calles a una americana que ha ido a su país a derrotar a sus ídolos. Más digno de una película de Rocky que de lo que nos estaban contando.

Fuera del final made in Hollywood, historia emocionante y tensa con la que merece la pena echar el rato. Quien iba a decir que hasta el ajedrez nos iba a acabar interesaresando.