Las historias que empiezan flojas o sin tino pero van ganando fuerza tienen un sutil encanto. Sus simétricas, empezando fuertes y perdiendo calidad en el proceso, aunque cuentan con la misma calidad neta son verdaderamente una calamidad cinematográfica. Bueno, estás leyendo mi crítica al radical máximo exponente de esa segunda categoría. Creedme, si separo la película en dos mitades las notas habrían sido 8 y 2, respectivamente, y eso que mis notas suelen seguir una gaussiana fiel. ¡8 y 2 (no pudiendo poner números en mayúsculas)!

La película empieza impoluta, tanto que me ha hecho plantearme el porqué de la mediocre nota. Pocos deslices de trama, física o guión. No inventa nada (que es una crítica que a veces hago), pero imita maravillosamente y entretiene. Pero cae tan inesperadamente en el absurdo que parece que el director ha muerto y su sobrino adicto al cloretilo en bolsa de papel ha tomado el testigo. La historia cambia, nada de lo anterior tiene importancia ya. No se respeta a sí misma en absoluto.

Podría pormenorizar por qué y cómo, pero si la vas a ver o ya la has visto seguro que sacas tus propias conclusiones y yo siento ya que me repito. Lo malo es que la primera mitad es digna de ser vista, pero no se puede cortar a la mitad e irte a comer helado. -Sigh-