¿Y cómo la hace en la entrega del año 2006? En los despeinados de Bond, en sus caídas, sus saltos torpes pero acertados, en sus resbalones, en sus errores, en sus sinrazones, en sus dilemas; en definitiva, en sus carencias. Aparecen muchas, lo cual me acerca a él. Ya sé que no va a morir nunca: es el jodido Bond, James Bond. Sin embargo, la mirada de nuestro héroe no dice lo mismo. O sí; más bien no es una mirada convincente, tal vez. Y ahí es donde compro el espectáculo. Ahí es donde acepto a Daniel Craig.

Por otra parte, rodeando al mesías, un envoltorio de lujo. El más acertado de las tres últimas tiradas de la saga. La mirada de Mikkelsen o el desdén de Green bien valen mis cumplidos. Me engatusan, me soliviantan. Sumado al presupuesto que se suele manejar en estos lares, la cosa está clara: feo, el papel de regalo, no va a ser.

Lo dicho. Mientras veo `Casino Royale´ no puedo evitar pensar que yo desearía ser Bond y Bond desearía ser alguien normal como yo. Y esta idea, quizás equivocada, que asoma en mí, es lo verdaderamente meritorio de esta nueva aventura del espía inglés más flipado de todos los tiempos.