Película ingenua e infantil -demasiado ingenua y demasiado infantil- que apenas es capaz de despertar interés en el público adulto.
Cabe la opción de prescindir de su desarrollo argumental y considerar la fotografía y la banda sonora como entidades propias y centrarse sólo en ellas. Desde ese punto vista, el espectador puede pasar por alto la lentitud de la película, su ritmo desigual, su sesgo anecdótico y la evidente falta de capacidad de fabulación.
Se le reconoce la buena voluntad y el prurito didáctico.
Pero sus carencias formales en la técnica narrativa son tan notables como su deseo de agradar.