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España España · Barcelona
Voto de zoquete:
9
Drama Después de haber entrenado y representado a los mejores púgiles, Frankie Dunn (Eastwood) regenta un gimnasio con la ayuda de Scrap (Freeman), un ex-boxeador que es además su único amigo. Frankie es un hombre solitario y adusto que se refugia desde hace años en la religión buscando una redención que no llega. Un día, entra en su gimnasio Maggie Fitzgerald (Swank), una voluntariosa chica que quiere boxear y que está dispuesta a luchar ... [+]
19 de julio de 2005
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué busca el público en un combate de boxeo? ¿energía? ¿violencia? ¿sangre, parte inevitable de la lucha? ¿dolor? ¿sufrimiento, sin el que no tendría sentido el enfrentamiento? ¿ un vencedor, un derrotado, un caído? ¿busca, por fin, un accidente que desgarre sus tripas de la impresión, que les remueva del asiento raído a arañazos de ansiedad?

“Million Dollar Baby” muestra bastante de eso, con combates carentes de la espectacularidad de “Rocky” y sucedáneos, pero dotados de una austeridad que imprega de realismo cada golpe, lo que a la larga proporciona una mayor tensión.

¿Qué buscamos nosotros, espectadores, en tal recreación pugilística? ¿lo mismo que los asistentes al espectáculo en vivo, pero amparados tras una pantalla que nos protege del juicio ético sobre la legitimidad de su práctica?

Protagonizan la obra el propio director en el papel de Frankie Dunn, prestigioso entrenador sin un título del que presumir, su empleado Eddie Scrap, un Morgan Freeman que también narra la historia, dotándola de golosas notas al margen aprovechadas para jugar con el espectador, y la aspirante a campeona, Maggie (Hilary Swank), quien muestra un delicado equilibrio entre la humildad, sumisión del discípulo al maestro y su orgullo personal. Completa el elenco un sacerdote católico, “sparring” de Frankie en sus conflictos religiosos y la familia de la chica, quejicosos parásitos amargados que lastran el ímpetu de la protagonista con continuas críticas y desplantes.

El señor Eastwood se carga de tópicos, incluído el clásico esquema del choque profesor - alumna, duro entrenamiento y demás, jugó con ellos y, finalmente, los noquea. A Clint le gusta el dolor, ilustrado por castigos físicos, tan duros y abundantes en sus metrajes como progresivamente contrapuestos al padecimiento moral mostrado en sus últimos trabajos.

La película mantiene la inercia del autor hacia la reinserción de tipos fríos, que se revelan cargados de sentimiento. Definitivamente, nuestro “Harry” ha trocado su principal etiqueta, duro, como insensible, por la de bravo, como osado, de quien se enfrenta al dolor no porque no lo sufra, sino para sufrir menos. No por ironía su principal máxima en la película era “por encima de todo, siempre debes protegerte”.

La cinta adolece de un tramo final cargado de ese mal yanqui llamado moralina, sortear polémicas éticas exagerando las circunstancias hasta lo inverosímil, penalizando lo que sería una reflexión algo más universal.

Si aún no tenemos claro qué buscamos en el boxeo, ¿qué podríamos aprender con este rosario de fotogramas? ¿que no hay que huir del dolor, pues las heridas ignoradas hacen más daño que las que examinamos con un buen bote de alcohol? ¿qué no hay que ignorar el riesgo, ni como viles pusilánimes ni como fantoches temerarios, buscando una valentía “sin dejar de protegernos en todo momento”? Después de todo, hay quien dice que la plenitud vital puede encontrarse tras un buen golpe, en las narices o en las entrañas...
zoquete
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