Una historia disparatada, un guión lleno de frases agudas y unos actores entregados… Una buena combinación. Lo bueno de Woody Allen es que ya llevamos bastante tiempo en que, cada vez que estrena una nueva película, decimos que es de las mejores obras que ha hecho en los últimos años. De todos modos, hay algunas cosas de “The irrational man” que quiero destacar. En primer lugar, ésta es una de las películas menos corales del director, aquí los secundarios tienen muy poco peso. La trama es casi sintética y la historia es relativamente sencilla. En segundo lugar, Woody Allen no se limita a acompañar unas imágenes bellas con unas notas deslumbrantes de jazz, aquí la música tiene una importancia en la narración, especialmente a la hora de generar suspense. En tercer lugar, Woody Allen enfoca los problemas mundanos cambiando el diván del psicoanalista por una visión más profunda. Aunque en algunas obras Allen ya había ido más allá del psicoanálisis y había tocado temas como el destino y la fatalidad, con aires de tragedia griega, “The irrational man” esconde una reflexión sobre el sentido de la vida y el papel del individuo en el mundo. Lo bueno es que la ironía y la mala leche lo terminan inundando todo, hasta el punto de aflorar una crítica rotunda a la intelectualidad oficial y al mundo universitario. Esto es, grandes ideas disfrazadas bajo una comedia muy loca. Terreno abonado para la corrosión y el humor negro. Woody Allen de vuelta de todo, especialmente de sus propias obsesiones.

En definitiva, lo bueno de Woody Allen es que, sin abandonar nunca su estilo, continúa siendo un artista inquieto, que sigue experimentando, tanto en temática como en lo formal. “The irrational man” es una película divertida, con chispa, pero también una de las más irreverentes y corrosivas que yo pueda recordar ahora. El candor (sólo aparente) de Emma Stone y la inestabilidad explosiva de Joaquín Phoenix forman un cóctel jubilosamente inverosímil. Cuanto menos nos creemos la relación entre ellos, más se acentúa la distorsión, y mejor funciona la película. Ambos se complementan para que funcione la trama gamberra y disparatada, y para poner el punto de cinismo y corrosión que Allen quería darle. En definitiva, un film entretenido, aparentemente amable, pero rabiosamente mordaz. Muy recomendable.