Quizás el Guasón, justificadamente, será el personaje más recordado de esta obra maestra de Nolan. Sin embargo, la locura de este personaje es la misma locura de una ciudad Gótica que ha perdido todo sentido de la seguridad, de todo equilibrio. Profundamente norteamericana y de un mensaje político que provocará inquietud en más de uno, El caballero oscuro es una carcajada que irrumpe en esa ciudad fantástica y trasciende, incluso, más allá. Es una carcajada muy palpable, muy real. Batman será una sombra nocturna, un héroe moderno, peligrosamente moderno, ¿Hasta dónde podrá llegar con sus justicias personales? ¿Cómo hacer frente a la sin razón de un personaje que busca el caos más allá de todo plan, de todo objetivo específico? Este nuevo mundo ya no es un mundo de maleantes baratos, sino de fuertes mafias organizadas, de enormes poderes solapados. Aquí, el afán lucrativo pierde su sentido frente al caos de, y pienso repetirlo hasta el hartazgo, un personaje que destruye las barreras y las leyes de un sistema que se ha vuelto, de pronto y por sus propias reglas internas, absolutamente obsoleto. La muerte del actor solo logra eternizar una risa demente, desenfrenada: es la risa que surge de adentro; es el miedo tangible de que esa ciudad Gótica, tan fantástica y alejada de nosotros por una pantalla plana ,de golpe y porrazo, se vuelva familiar, loca y peligrosamente real. El capitalismo tiembla ante esta risa.
Pero detrás de Ledger y compañía se encuentra la persona clave, el cerebro: Christopher Nolan hace posible este éxito, sus montajes paralelos y con tensión in crescendo son su firma autoral por excelencia, sino observen otra de sus grandes obras: El Gran Truco.