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España España · Las Palmas
Voto de El Censor:
9
Ciencia ficción Treinta años después de los eventos del primer film, un nuevo blade runner, K (Ryan Gosling) descubre un secreto profundamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard (Harrison Ford), un blade runner al que se le perdió la pista hace 30 años. (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De repente, surgió el milagro. Continuar una película de culto después de más de treinta años y hacer que esa misma se enriquezca con el visionado de su secuela es motivo de aplauso. Y con más motivos si Roger Deakins ofrece golosinas visuales con su explosiva y apabullante dirección de fotografía con la que gana más expresividad que con una retahíla de interesantes diálogos. Blade Runner 2049 no subestima a su público ni da al universo scifi por concluido, sino que lo expande. Con más de dos horas y media de metraje (¡te quedarías hasta tres horas más abrazando el imaginario y la fuerza narrativa de Denis Villeneuve!), esta secuela avanza despacio y sin prisas, como una olla a presión hasta ir estallando poco a poco mediante la tela de araña que componen sus enigmas y sus pirotecnias visuales. Notorio es que Villeneuve arrejunte todos los aspectos más interesantes y que parecían ya desgastados del cine noir de los 70 (imagina una Chinatown futurista), de la ciencia ficción de Asimov, Philip K. Dick y del Spielberg de Minority Report e incluso del drama existencialista (ojo a la conexión de la encantadora Ana De Armas con Ryan Gosling).

Si en la Blade Runner original, Ridley Scott impresionaba a su público con una visión del futuro pesimista y decadente, Denis Villeneuve continúa ese impacto con elementos tecnológicos ya asociados a día de hoy, sabiendo que la sociedad se deja engullir con tranquilidad por la lujosa maquinaria. De ello prueba reflejar las ciudades como si fueran oscuros enjambres en los que la división de clases se hace más patente, saltando de las oscuras calles de las ciudades a los guetos urbanos donde se asimila la explotación infantil.

No es solo el deprimente y sesudo estudio sociológico lo que nos reflejan aquí, sino también la expansión del universo de la película. Si la original nos dejaba tirándonos de los pelos con tres interrogantes, prepárate para lo que te tienen preparado en esta continuación. A pesar de que el guion ofrece una serie de enigmas a los que van respondiendo para enganchar y atrapar al espectador (sustituye el origami por el caballo de madera), siempre quedan dudas en el aire a los que el director deja para la propia reflexión.

Entre las paletas de colores frías y las interpretaciones maquinales y carismáticas de su reparto (ninguno sobresale, todos se ven coartados por la justificada frialdad de la trama), queda el deleite de una acción y un suspense dirigidos con pulso de cirujano, donde mantener y aumentar el clímax es lo principal, y lo visual nunca acaba por aplastar la narrativa. Al final, solo queda la nieve que nos cae despacio al igual que lo hacen las dudas, como lágrimas en la lluvia.
El Censor
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