El osito está tan irreverentemente gracioso como siempre. La animación y la expresividad del muñeco justifican la saga. La ironía sobre las controversias de lo que es humano y lo que no lo es, tiene ciertas analogías con alguna película de robots que pretenden ser humanos. Los procesos judiciales y las repercusiones mediáticas son campo abonado para el sarcasmo con sucesivas situaciones rocambolescas. Muchas obras literarias hacen uso de este tipo de alegorías (ej. "Rebelión en la granja" de George Orwell). La película no tiene otra pretensión que ser una comedia más o menos divertida. Sin embargo, la paráfrasis sociológica no es tan superficial como parece. La intervención de Morgan Freeman proporciona solvencia a la historia, sin perder los parámetros del puro chiste. Hasta en algún momento se mofa sutilmente de Walt Disney y del cine musical, con una coreografía que, por si misma, ya merece la pena, aparte de otra multitud de referencias cinematográficas del género fantástico.