Bravo por Ridley Scott, bravo por un cineasta capaz de todo, de lo mejor y también de lo peor, un cineasta que entiende como nadie lo que es el negocio del cine y lo que significa el empaque visual de un producto. Alguien que, a sus 77 años es capaz de comprender lo que la industria espera y dárselo, de la misma manera que lo ha hecho George Miller (con su nueva entrega de Mad Max a sus espléndidos 70 años). Lo que comprenden tanto Scott como Miller es que la industria se mueve por el dinero y que si quieres hacer arte tienes que supeditarte a las normas del blockbuster y luego intentar colar tu mensaje. "The Martian" es un hermoso blockbuster en toda regla, una película alimenticia destinada a llenar los bolsillos de sus productores (o accionistas) pero al mismo tiempo, el zorro de Scott nos ha colado un divertido entretenimiento para todos los públicos, absolutamente blanco e inocente, ayudado por ese otro viejo zorro que es Matt Damon quien también entiende como nadie el concepto de película alimenticia para aguantar sobre sus hombros esta odisea planetaria en una interpretación ligera pero soberbia (de esas que te valen una nominación al Oscar pero nunca una estatuilla). "The Martian" consigue el mismo milagro que consiguió en su momento "Naufrago" (y con quien comparte demasiadas cosas) y es el de alargar el detalle hasta conseguir un todo, es decir, hacer de la anécdota una película de mas de dos horas. No es "The Martian" una película grandiosa, le sobran muchas cosas (ese sentimentalismo de pacotilla) y le faltan muchas otras (mas mala leche o una lectura mas adulta) pero con sus escasos defectos, "The Martian" es de esas películas de lo mas entretenidas que cuando alguien te pregunta si vale la pena ver, te encoges de hombros y dices "bueno, no está mal" incapaz de reconocer que has disfrutado como un enano de un producto meramente comercial.