Es tremendo lo mal que ha envejecido esta película, una de las favoritas de mi infancia, máxime si la comparamos con su glorioso precedente. James Cameron fue sin duda, junto a Lucas y Spielberg, el precursor de todos los tics que luego inundarían los atentados comerciales de las siguientes décadas. Y en este aspecto la película es un festín, pero un festín que se siente rancio a día de hoy. Cuando la vi de crío me voló la cabeza, mi viejo me llevó a verla de reestreno junto a otra película que no recuerdo, y nos quedamos a verla de nuevo hasta la mitad en la segunda sesión, momento en que mi viejo acabó por sacarme a rastras del cine. Y el otro día, en su cuarto o quinto visionado, se me cayó a los pies dramática y estrepitosamente. Y se me rompió un poco el corazón. Tardaré eones en volver a verla. De todos modos, esta película fue muy grande.