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España España · MADRID
Voto de Laura:
7
Drama Una familia pasa las vacaciones de invierno en los Alpes. El sol brilla y las pistas están magníficas, pero mientras comen en un restaurante, se produce una avalancha que asusta a los clientes. La madre llama a su marido para que la ayude a salvar a sus hijos, pero él ha huido para salvar su vida. La avalancha se detiene delante del restaurante, sin ocasionar daños, pero el universo familiar ya se ha resquebrajado. Tomas buscará ... [+]
6 de febrero de 2018
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Los pijos resultan atractivos para el objetivo y si le unes nieve, frío y una panificación desangelada puedes tener la mezcla perfecta para tener éxito, en alguno de los cientos de festivales que poblan el universo. Esto es lo que debió pensar Ruben Östlund cuando dirigió Fuerza mayor (2014) a base de planos formalistas y vacíos, en los que reinan los silencios y las situaciones forzosamente absurdas. Más concretamente todo el guion nos cuenta las plácidas vacaciones en la nieve del prototipo de familia perfecta, hasta que una avalancha hace acto de presencia en una comida familiar y desquebraja la supuesta unión familiar.
Por un lado, es interesante el estudio que la cinta hace a cerca de la masculinidad. Una masculinidad que es vista aquí como un elemento problemático y lleno de cobardía (el padre no es que reaccione muy valerosamente ante la pequeña avalancha), en el que tampoco falta la fanfarronería y el engreimiento de los hombres al encontrarse en una manada de su mismo sexo. En ese sentido está expuesta la secuencia en la que unas chicas confunden a Thomas y Mats. No obstante, al mismo tiempo que Thomas se presenta, ante los demás, como un hombre exitoso, de buen aspecto físico y gran capacidad resolutiva, el absurdo de la cinta aparece cuando se derrumba como un niño (literalmente), frente a su mujer y a sus dos hijos, que al verle copian a su padre, acabando todos en un plano que formalmente recuerda a la Piedad de Miguel Ángel. Ebba (la mujer y madre) no tiene suficiente con aguantar las cobardías de su marido, sino que además tiene que consolarle y callarse sus reproches. En un primer momento, estas actitudes de Thomas pueden parecer fruto del hiperbólico guion, pero después del visionado de la cinta, uno puede pensar que todo forma parte de un plan, que el final de la cinta va a reforzar.

Y por otro lado, tenemos dos interesantes dicotomías que guían la trama. Primero encontramos la dicotomía instinto/razón. Tanto Thomas como Ebba se dejan llevar, en mayor o menor medida, por el instinto, pero mientras Ebba hace uso de la razón, a la hora de configurar su instinto, Thomas desarrolla un instinto primitivo, equiparable al de los animales. En Thomas prima el instinto de supervivencia por encima del de protección, a diferencia de Ebba en la que su mente parece más desarrollada y consciente del cuidado que les debe a sus hijos. Y la otra dicotomía sería la de verdad/mentira. Cuando estamos en una situación de la palabra de uno contra la del otro, ¿puede una mentira a base de ser repetida convertirse en verdad? Esta es la estrategia que parece iniciar Thomas frente al mundo exterior, para sorpresa de Ebba, que con el paso de los minutos se va sintiendo más extraña dentro de la vida que ella creía perfecta. ¿Es posible que la persona con la que convives diariamente, acabe convirtiéndose en un extraño, que por defender su honorabilidad no duda en mentir y recurrir a rebuscadas estratagemas para hacerte a ti pasar por loca? Parece que es posible y no es más que una estrategia que reafirma la incomunicación que también es protagonista en Fuerza mayor.
Desde el inicio vemos una familia sumida en la cerrazón verbal, muy acorde al paraje invernal y gélido que les rodea. Los niños son unos adictos a la tablet y a la interacción a base de gestos y gritos y los padres parecen preferir comunicarse a través de los lavados nocturnos de dientes. Secuencias que se repiten machaconamente y que nos dejan entrever a unos sujetos escindidos y repletos de extrañamiento hacia la pareja que les escruta, al otro lado del espejo. Personajes inundados por el silencio y despojados de su intimidad, ya que el director no duda en enseñárnoslos en la intimidad de sus habitaciones, donde su supuesta aura de familia perfecta se derrumba y el orden da paso al caos. Si bien no dudan, al igual que todos los que le rodean, en hacer uso del móvil para grabar la avalancha que se aproxima a ellos amenazante. Es llamativa como la condición humana puede, en muchas ocasiones, poner en riesgo su integridad, con tal de obtener las mejores imágenes de un suceso y así, en la era del postureo, poder obtener más likes en cualquiera de las múltiples redes sociales.
Desde luego Östlund parece depositar poca confianza en la condición humana. Los personajes estás más pendientes de conservar el status quo y demuestran gran incapacidad de recurrir al perdón. Es el caso de Thomas que en vez de pedirlo de forma sincera e inmediata decide embarcarse en un viaje a ninguna parte, seguramente avergonzado de haberse mostrado tan poco heroico ante su familia. También es destacable el humor negro que arrebata luz a la historia, a través de la pareja de amigos que se inmiscuyen en la historia y que desquician aún más a la pobre Ebba. No obstante los amigos funcionarán como alivio narrativo a la historia, ya que el asfixiante escenario de Fuerza mayor (en un hotel de una estación de esquí) puede resultar muy incómodo y anticinematográfico. Aún así el ritmo de la cinta es lento y decaído, con conflictos que se entroncan hasta la extenuación, provocando que el punto de giro final tarde en exceso en aparecer. Con situaciones que se repiten y que parece que el director quiera subrayar en fosforito y en general con unas pretensiones demasiado elevadas, que se dejan ver en sus ansias de originalidad y de demostrar la tremenda inteligencia del director. Pero al mismo tiempo hay que reconocer el singular doble final.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Laura
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