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Voto de pilardiez:
8
Drama Georges y Anne, dos ancianos de ochenta años, son profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija, que también se dedica a la música, vive en Londres con su marido. Cuando, un día, Anne sufre un infarto que le paraliza un costado, el amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. (FILMAFFINITY)
13 de enero de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor es tan real que duele. Por tanto, podemos decir que Michael Haneke es amour. Más allá del juego de palabras, y a pesar de que el director austriaco-alemán afirma que su última película es la menos intelectual y más tierna de todas, el naturalismo realista, crudo y amargo emerge sin concesiones al sentimentalismo o al romanticismo. No nos dejemos engañar por el título del film: la película no es una apología del amor fiel y verdadero; y, al fin y al cabo, tanto en ambas versiones de Funny Games (1997 y 2007), como en el El séptimo continente (1989) se trata también el tema de la muerte dentro del círculo familiar, aunque la violencia explícita o la autodestrucción como modus operandi no se manifieste en esta última. Sobra decir que Amor no es una película que intente provocar el debate social sobre la eutanasia o intente denunciar absolutamente nada relacionado con la situación de la tercera edad en el contexto social: es un drama maravillosamente descarnado y angustiante que nos muestra la agonía de un matrimonio burgués de octogenarios (interpretado magistralmente por Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva) que se enfrenta a la enfermedad y el fantasma de la muerte para el que nunca se está lo suficientemente preparado. Una obra maestra que se disfruta y se sufre a la par y un film que nos revuelve y nos atrapa en la butaca y que genera esa especie de atracción morbosa hacia la decadencia y la destrucción a la que nos tiene acostumbrados el director.

El rodaje, realizado casi íntegramente en el interior del apartamento de la pareja, nos abstrae de un mundo exterior lleno de vida, ajeno al drama que se produce entre sus paredes, empatizando con el autismo y el aislamiento voluntario por parte de su protagonista, que prescinde incluso de la compañía y ayuda de su propia hija (Isabelle Huppert) en un intento desesperado por morir en la intimidad y al abrigo de la casa que les vio ser felices, alejados de los fríos fluorescentes de los hospitales: el limbo que separa la vida y la muerte ya es suficiente infierno como para pasarlo en lugares hostiles y desconocidos; y la muerte parece ser un ansiado alivio después de una lucha infructífera contra lo inevitable: el fin de nuestra existencia, que nos acercará de nuevo a ese eterno estado ideal al que llamamos amor. Y es que la realidad, como el amour, duele pero gusta.

(crítica originalmente publicada en la revista digital "notodo")
pilardiez
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