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Voto de Juan Ignacio :
9
Drama "No tomarás el nombre de Dios en vano": Dorota, una mujer embarazada, visita en el hospital a su esposo moribundo (Andrzej). Segundo de los diez mediometrajes realizados para la televisión por el director Krzysztof Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz, denominados genéricamente "Decálogo". cada uno de ellos se inspira en uno de los Diez Mandamientos. (FILMAFFINITY)
26 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dorota Geller, violinista de la Filarmónica Nacional de Varsovia (algo que conoceremos ya avanzado este mediometraje), fuma, consumida por la angustia y la ansiedad, en una entreplanta del bloque de pisos donde habita. Está esperando a que salga el doctor, quien vive justo en el piso debajo del suyo, que está tratando a su marido, hospitalizado, padeciendo un cáncer próximo a su fase terminal. Le inquiere sobre su estado de gravedad. Entre el doctor, de quien nunca sabremos su nombre, y la mujer no existe relación alguna, y ahora el encuentro no resulta afortunado, en ello tendrá que ver que ella, hace dos años, atropelló y mató, accidentalmente, al perro de él.

En este segundo capítulo de la serie televisiva 'Decálogo' se nos sitúa de nuevo en el mismo barrio de las afueras de Varsovia, formado por grandes bloques de pisos absolutamente impersonales y feos. No sé hasta qué punto hay que atribuir a Piesiewicz la principal autoría de este guion como de los restantes de este ciclo o del resto en que colaboró junto a Kieslowski, o de las otras siete veces que elaboraron los libretos en común; pero si nos atenemos a la calidad de la obra del director antes y después de que trabajasen en pareja, y a que Piesiewicz aparece primero en los títulos de crédito, me da una idea; y ello me resulta importante, porque otra vez estamos ante un guion de argumento estupendo y perfectamente escrito.

La ambigüedad de la obra de Kieslowski aparece aquí en cada secuencia, en cada planteamiento; su trabajo no da ni una sola respuesta, sino que lanza constantes preguntas, dando por hecha la complejidad y la maleabilidad del espíritu o del alma (que cada uno escoja lo que quiera) del ser humano cuando se habla, como en la mayor parte de este caso, de ética. Casi todo puede ser lo que parece o su contrario; el director, los dos creadores, no en vano, sitúan a sus dos protagonistas ante dilemas morales y hacen al espectador partícipe de ellos.

El doctor, un hombre solitario, mayor, que lleva cargando con su tragedia personal alrededor de 45 años, la cual relata en las pocas ocasiones que puede hacerlo, ya de una forma fría, que llega a parecer incluso distante, aun siendo muy grande el sufrimiento que lleva encima que, de alguna manera, ya ha encallecido, debido al tiempo transcurrido, sus sentimientos. No obstante, mediante símbolos (continuamente presentes) se nos muestra a un hombre aferrado a la vida y que la sigue ayudando, con su trabajo, el cuidado que dedica a las plantas y a su canario.

De otro lado, el personaje de Dorota, una mujer que está sufriendo la agonía de su marido, pero no solo eso. Con su marido no podía ser madre, sin embargo, debido a una relación extraconyugal, ahora se encuentra embarazada, puede ver realizado su ideal materno, para ello tiene que elegir ante la disyuntiva que ella misma se ha creado, si tiene el hijo debe renunciar a su marido y continuar con su amante, si no lo tiene será el precio a pagar por continuar con su esposo.

Hay resolución; pero se llega a ella sin que sepamos en realidad cómo ésta se produce; no sabremos con verosimilitud si el doctor faltó a su juramento o no. Si el marido disimula, al final, ante el médico o si, en cambio, perdonó a su mujer. Gran juego el de Kieslowski, estratega, preciso, matemático, como el ajedrez.

Todo lo anterior observado por el enigmático personaje, esta vez en el papel de enfermero, interpretado por Artur Barcis, que aparecerá en todos los episodios salvo en el último. Para unos un ser divino, tal vez un ángel, para otros el propio Dios, siempre presente en todo el acontecer humano, y quién sabe si representación del propio director; Krzysztof Kieslowski fue contemporáneo del gran director teatral, también polaco, Tadeusz Kantor, y este tenía por costumbre aparecer en escena durante la representación de su obra, atento y viviéndola, como un espectador más.

No quiero olvidar las grandes interpretaciones de Krystyna Janda y Aleksander Bardini, así como la escasa, en el tiempo en que aparece, y en notas, pero siempre presente música de Zbigniew Preisner.
Juan Ignacio
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