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Voto de Fco Javier Rodríguez Barranco:
8
Comedia. Romance En la Francia de los años 20, durante la época dorada del jazz, un mago inglés (Colin Firth) está decidido a desenmascarar a una falsa médium (Emma Stone). Esto desencadenará una serie de hechos mágicos que sacudirán la vida de ambos.
5 de enero de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que no descubro nada nuevo si afirmo el gran componente autodestructivo que ha presidido toda la filmografía de Woody Allen. Misterioso asesinato en Manhattan, sin embargo, constituye un punto de inflexión hacia una actitud que se plasma luego en Balas sobre Broadway y se consagra en Poderosa Afrodita, es decir, la vindicación de la sencillez como bálsamo a este despropósito que denominamos vida.

En Todos dicen “I Love You” sale de sus coordenadas habituales para asomarse a otros géneros como la comedia musical, a su manera, y además se “atreve” a viajar a Europa, concretamente a Venecia y París. Match Point por su lado, que fue la primera película de la trilogía londinense, se consolida algo que luego ha sido habitual: el escapismo de su circunstancia, facilitado quizá por cuestiones financieras. El caso es que desde entonces asistimos a una voluntad de distancia física, de distancia vital, por lo tanto, con respecto a las cuestiones más dolorosas de la existencia. Tras esas películas en Londres vino, en síntesis no exhaustiva, Vicky, Cristina, Barcelona, rodada a caballo entre esta ciudad y Asturias, que tan bien había acogido a Woody con motivo del Premio Príncipe de Asturias. París es el gran protagonista en Midnight in Paris, donde el escapismo de la realidad no sólo es espacial, también temporal, pues el protagonista de repente se ve en medio de la vorágine del París de los años veinte y de todo su magma cultural. Roma, en A Roma con amor. Y San Francisco, y no Manhattan, es la ciudad donde sucede todo en Blue Jasmin.

Pues bien, hallamos todo un glosario de lugares y referencias geográficas en Magia a la luz de la luna: la acción se inicia en Berlín, el mago protagonista, Stanley, magníficamente interpretado por Colin Firth, es de Londres, la médium es de un pueblo de nombre exótico del Estado de Michigan (¿habrá algo menos woodyallenesco que un pueblo de nombre exótico en el estado de Michigan?), la acción transcurre en la Provenza, hay un proyecto de luna de miel a las islas griegas y los Mares del Sur, concretamente a Bora Bora. De manera que, este largometraje se erige en una especie de panacea geográfica.

No es la primera vez que Woody apela a la magia como sostén de sus filmes, puesto que así lo hizo de manera explícita, por ejemplo, en La maldición del escorpión de jade o en Scoop. Comunicación con los muertos hay también en esta película, así como en Encontrarás al hombre de tu vida. Por lo que Allen utiliza junto con un espacio nuevo para su obra un elemento que le ha resultado muy grato en sus últimas producciones, lo que conecta con el afán de huir de la realidad ha presidido la actitud de gran parte de los creadores desde que el ser humano es el ser humano. Es la búsqueda de la región ideal.

Y eso es lo que pretende Woody Allen en Magia a la luz de la luna: cambiar de lugares, pero sobre todo desbancar el desasosiego vital, racional, filosófico (las referencias a Nietsche son constantes) mediante la subversión a otras realidades posibles, menos lacerantes, menos angustiosas. No me parece casual, por ello, que en Magia se aluda a Houdini, sólo que hemos de entender el escapismo como una metáfora de huida existencial.

Tampoco me parece casual que la acción de la obra se sitúe precisamente en el año 1928, cuando todavía era posible deleitarse con los pequeños placeres cotidianos, una banda de hot jazz, o las veleidades metafísicas médiums farsantes. Es cierto que en la Europa de la época era muy frecuente ese tipo de veladas místicas. Luego, a partir de 1929, el mundo se despeñaría por todas las simas que de sobra conocemos. Pero en ese Woody encuentra el escenario ideal para aliviar el sufrimiento moral.

O algo tan sencillo como el amor. Ya hemos hablado de Balas sobre Broadway y de Poderosa Afrodita, cabría añadir que en El sueño de Casandra las simpatías del realizador son para el hermano más simple, de manera muy similar a como sucede entre las hermanas tan disímiles (no son hermanas de sangre) en Blue Jasmin. En Si la cosa funciona el alegato a favor del dejarse llevar es muy evidente. Simplemente disfrutar sin pensar. Sin intentar encontrarle un sentido al deleite. Y eso es Magia a la luz de la luna: aceptación de la intrascendencia, siempre y cuando constituya un bálsamo para el humano devenir.

Apología del amor, por muy desgastado que se nos antoje, pero manteniendo los grandes temas del cineasta que nos ocupa, que no renuncia a ninguno de ellos, pero que su manera de abordarlos ahora es muy diferente de los tonos desesperanzados que han marcado hitos en gran número de sus obras. Sencillez, pero no superficialidad. Sencillez del amor que se intuye en los ojos y la sonrisa de Eileen Atkins, en su papel de médium. Arrumbamiento de herr Friedrich. Amor a la luz de la luna, en definitiva, por muy manido que pueda parecer. Y por ello, nuestro director firma en Magia un final totalmente impensable hace 20 años y que yo, por supuesto, no voy a desvelar ahora.

¿Recordamos el inicio de Annie Hall? Se trata de un chiste, que realmente constituye una parábola. Dice así:

—En este restaurante la comida es una bazofia.

—Sí, y además las raciones son muy pequeñas.

Es decir, la vida es un completo sinsentido y aún así nos parece corta, lo cual no parece muy alentador.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, de modo implícito, Woody ha modificado su actitud. Ese mismo chiste, por ejemplo, hoy día se reescribe como sigue:

—En este restaurante la comida es una bazofia.

—Sí, pero algunas raciones merecen la pena.

Lo cual es mucho más llevadero.

Pero para ello hace falta un alejamiento: distancia física de su “ecosistema” habitual, como metáfora de la distancia moral del agobio consustancial a este pequeño gran hombre. “Irritante liliputiense” espeta Colin Firth a Eileen Atkins en Magia a la luz de la luna. Pequeños grandes placeres.

Lo verdaderamente importante es que Woody Allen ha dejado de autodestruirse
Fco Javier Rodríguez Barranco
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