Kiarostami no hace un drama sobre una pareja y su ocaso, no hace mucho menos una comedia al respecto; ni pienso que quiera hacer un soliloquio intelectual sobre el arte. Kiarostami nos planta de lleno un ensayo sobre el amor y la pareja, sobre aquellas cosas que desgastan y las que expiran. No en vano el lenguaje toma tanto protagonismo, un film hablado en 3 lenguas diferentes, con escenas donde incluso los protagonistas dialogan cada uno en su propio lenguaje y así entre lo aparentemente intelectual de las consideraciones sobre el arte y las obras originales y las copias, entre las maravillas de los paisajes Toscanos y entre el ir y venir que parece vaganundo en los protagonistas, sin saber muy bien dónde ir, el director iraní nos habla en una narrativa cruelmente tramposa sobre el amor, la soledad y la comunicación. ¿Es verdad lo que sucede?, ¿en qué momento los roles son los que aparentan ser?, ¿nos está contando para atrás, fragmentado o cómo? ¡Qué importa! acá el protagonista es el espectador que se mete como testigo de diálogos y los arma a su antojo. Kiarostami no deja de sorprender ni de experimentar.