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España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
9
Comedia. Drama. Thriller En 1937, en plena guerra civil, tropas republicanas irrumpen en un circo, durante el espectáculo, con el objetivo de reclutar a sus empleados para luchar contra las tropas nacionales. Mucho tiempo después, en los últimos años del franquismo, dos payasos (Carlos Areces y Antonio de la Torre) luchan por el amor de una atractiva trapecista (Carolina Bang). (FILMAFFINITY)
26 de diciembre de 2010
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hemos tenido que llegar hasta aquí para darnos cuenta de que todas las películas de De la Iglesia orbitan sobre el mismo principio: la contraposición y al final la lucha a muerte entre unos personajes que, de paso, vienen a representar el eterno juego del gato y el ratón con su parte lúdica pero también su carga trascendente. El antagonismo es una idea intrínseca que forma parte de los mecanismos invisibles de la ficción, porque todo término tiene su antónimo, todo personaje necesita unas motivaciones y todo héroe necesita su émulo oscuro. Y es en esa esencia donde el cine del bilbaíno desvela sus cartas, se asienta, se divierte y encuentra su razón de ser. 'Balada triste de trompeta', aunque se construye a partir de chistes, es la evolución de una carrera y la conquista de un zenit que no da lugar a la risa. Es una película desangelada, un animal moribundo al que le cuelgan las tripas y cuyo cadáver empieza a pudrirse. Todo lo antes visto era un proceso más o menos lógico para llegar hasta aquí. Y 'Balada triste de trompeta' es, al final, el corazón del cine del vasco, sin arterias, sin las capas de dermis ni sutileza de antes. En otras palabras, el enfrentamiento entre el payaso tonto y el análogo triste en todo su esplendor y violencia. Hay que dejar la filmografía de De la Iglesia aparcada para disfrutar de la película, pero siendo conscientes que gracias a ese bagaje hemos llegado al destino final. El momento en el que De la Iglesia filma su particular exorcismo, monta su propio circo, saca polvo a sus fantasmas, desvela su amargura antes sólo intuida y regala una película envenenada que es un navajazo en la tripa, un escupitajo en el ojo y un vómito naranja que surge de los adentros más ocultos del director. La más personal, la más polémica. Una balada, sí; triste, sobre todo; y de trompeta, porque el sonido del instrumento es estridente. Una obra maestra y un despropósito.
Xavier Vidal
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