Lo que podría ser un inconveniente para que resultara creíble se convierte en su gran virtud. Sin duda, ha sido maquinada desde el origen de su creación, con los ojos puestos en el Hollywood más catastrofista como referencia claramente reconocible. Como si se tratara de un producto hollywoodiense más, repite punto por punto las pautas esperadas de las crónicas más negras, al tiempo que lustrosas, del cine de catástrofes y lo curioso es, que en lugar de echar por tierra cualquier intento de hacerla realidad y sucumbir al fracaso, consigue sacar el mejor partido posible de ese campo de minas en el que tantas veces se convierten las grandes producciones, tan fáciles de vender como muchas veces de olvidar.
No es un simple cascarón vacío que ofrece imágenes espectaculares en momentos puntuales. Esta belleza de película con héroes de carne y hueso ensambla bien el efectismo esperado con el dramatismo que acarrea la tragedia. Sin excesos. Alcanzando la angustia y el miedo sin edulcorar la realidad, pero sin convertirla en una exposición forzada de la emoción más lacrimal, no siempre del todo soportada.
Su mayor tara es ser noruega y la imposibilidad de competir de igual a igual que hace la evidente falta de merchandising.