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España España · Málaga
Voto de JRBoxó:
9
Drama Maixabel Lasa pierde en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca /Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre ... [+]
26 de septiembre de 2021
32 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta excelente película dirigida por Icíar Bollaín corresponsable del guion, e interpretada de forma magistral por Blanca Portillo y Luis Tosar en los personajes más destacados, nos lleva a meditar cuando menos en tres aspectos esenciales que han afectado a la humanidad a lo largo de su historia: la colonización mental de los individuos y del discurso social por parte de estructuras ideológicas totalitarias fundamentadas en conceptos mitificados, útiles en cierto modo pero falsos como, dios, patria, raza o clase, que definen las identidades de pertenencia y justifican el exterminio de los ajenos y herejes y la complacencia de los propios; la extraña y tortuosa senda que conduce a la toma de conciencia de los propios errores y crímenes y que capacita para asumir la experiencia desde una perspectiva que incluye la vivencia de otros; y, las condiciones de posibilidad para el arrepentimiento, el perdón y la restauración. Icíar Bollaín mantiene el pulso de una narración muy bien organizada, convincente, que permite al espectador hacerse cargo de estos tres temas que le conciernen y apelan a una toma de posición ante el sufrimiento. El pensamiento totalitario sumerge a sus súbditos en una cárcel mental que impide asimilar la realidad del sufrimiento que genera y encuentra justificaciones en sus mitos. Stefan Sweig recuerda una y otra vez al mundo, un mundo que sólo ve los monumentos de los vencedores, que quienes construyen sus dominios sobre las tumbas y las existencias destrozadas de millones de seres no son los verdaderos héroes, sino aquellos otros que sin recurrir a la fuerza sucumbieron frente al poder de la brutalidad y, sin embargo, anuncian el advenimiento de una mejor humanidad. Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre, argumentaba Castellion a Calvino. Darse cuenta del propio error, de la propia monstruosidad, asumir que se es un verdugo injustificable, que la acusa defendida era un proceder asesino y equivocado, observar el daño provocado en seres humanos concretos, en definitiva, acceder a una conciencia moral, es una dolorosa experiencia de madurez que pocos alcanzan. El sufrimiento derivado de esta conciencia acaba convirtiendo al verdugo en victima pues al castigo legal se le añade la asumida reprensión ética. Precisamente este es el momento en que el perdón de los afectados es capaz de desatar ese lazo para, aunque la justicia siga su curso, el reo vaya en paz y la victima recupere la libertad a la que la ofensa terrible la abocó.
JRBoxó
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