Ante todo debo aclarar que he visto la película en vídeo, no en cine. A pesar de que mi pantalla es bastante grande y mi home cinema un Yamaha (que dicen los que saben de esto que es la mejor marca en altavoces), supongo que el no contemplar este espectáculo visual en formato super-gigante me ha privado de la sensación de asombro, vértigo, y maravilla, que me habrían sobrecogido y dejado clavado a mi butaca de haber estado en un cine.
Perdido pues el asombro tecnológico me he encontrado en casa, cara cara, con el resto de Polar Express, es decir, con la película. Ya sabéis, la historia, los personajes... todo eso que se engarza en el guión y te cuenta algo que despierta tu interes, curiosidad, ternura...
Como aquí no hay de eso (guión), pues no se despierta nada.
Más bién se duerme uno. (O al menos yo me dormí en el primer intento)
El veloz Polar Express no es más que la excusa para presentarnos unos escenarios digitales hermosísimos y mucha, mucha acción (absurda -de antología del disparate el viaje del ticket) que habrían sido de gran provecho si hubieran estado incluidos en algo que mereciera el nombre de película.
Las tonterías a las que recurre el... bueno, llamémoslo a pesar de todo "guionista"... recurre el guionista para cambiar de escenario causan verguenza ajena.
La guinda es el intento de ser "políticamente correctos" cumpliendo de modo torpísimo con la cuota racial y de clase (el negro, el pobre... se han dejado el asiático). Yo he pasado por algún apuro económico y me siento un poco ofendido por el paternalismo snob que desprende la cinta (por no hablar del racismo encubierto).
En fín, el resultado final es sencillamente catastrófico.
Con perdón, un coñazo.
Si querían hacer puro espectáculo, podrían haber rodado un videoclip sobre la Navidad, en vez de martirizarnos con esta pseudo-película.
Al acabar de verla -a base de amor propio, y porque ya esta visualizando esta crítica- sólo podía pensar "Que harto estoy, pero que harto...."