Sorprende la poca fama de esta película.
Tal vez sea porque es directa, sólo se preocupa de su propia historia y no da bandazos entre paisajes grotescos y lacrimógenos primeros planos.

Tiene dentro de la trama, una pequeña parte dramática padre-hijo, que bien se podrían haber ahorrado, aunque tampoco estorba mucho. Y una historieta de amor, sin embargo, que carece de importancia dramática pero sí argumental.

Hay que añadir que desde que se rodó "Pretty Woman" no se había visto un reparto más asqueroso en una pantalla de cine, a excepción de Nia Long y el patético Giovanni Ribisi, que contradictoriamente me cae bien desde que le oí llamar payaso a un payaso de plástico que vendía hamburguesas en "Me llamo Earl".

Unos cuantos ejecutivos jóvenes estafadores egoístas y presumidos, fanáticos de Michael Douglas en "Wall Street", quedándose así demostrado que son unos seres repugnantes, veneran y lamen el culo de un cabroncete con clase inglesa y educación que se forra hasta las patas timando a gente honrada.

El prota, un chaval que tiene montado en casa un casinillo ilegal, se mete entre los lameculos, y poco a poco descubre que no es lo mismo robar en el Corte Inglés que en la panadería de la dulce abuelilla.
Por el camino se retrata el materialista mundo del que todos participamos y lo hipócrita del que dice que él no.

Puede ser que vea más profundidad en el film de la que en realidad tiene, pero... francamente, querida, a mí me la suda.

Lo mejor de la peli es sin duda su línea recta y la no heroicidad de ninguno de sus protagonistas.