A Katharine Gun (Knightley) le escandalizan las mentiras que Tony Blair pronuncia en la televisión sobre la legalidad de la guerra de Irak. Tiene razón. Y tiene motivos para saberlo pues trabaja en una de tantas secciones del espionaje británico.
Por razones de conciencia filtra la noticia a la prensa y su Gobierno la acusa de traición.
La cinta no es gran cosa. Una historia real con un guion demasiado frío y convencional que plantea una lucha entre escrúpulos morales, sentido de la responsabilidad y los compromisos a que obligan por contrato algunos cargos bien remunerados.
Personajes casi melodramáticos para una historia bien simple que hay que rellenar con subtramas menores. No da la talla Keira con el suyo, sobreactuado. Mucho mejor Fiennes.
A Katherine, a su director, a su guionista le escandalizan las mentiras de su presidente de Gobierno. Aquí tendría tajo largo con el nuestro ... y no hay cineasta que lo denuncie. Al revés.
En fin, una cinta con claro tufillo panfletario reforzado por las cifras de muertos y heridos que gratuitamente se dan al final.
Gustará a quienes se manifestaron contra la guerra de Irak pero que ahora hacen la vista gorda con la invasión rusa de Ucrania. Las dos rechazables.