Una vez más en el western un hombre llega a una ciudad, Sheridan City en este caso, con un pasado a cuestas. Se trata de Clint Tollinger (Mitchum) que lleva cinco años con un problema enquistado que desea resolver: el abandono de su antiguo amor, Nelly Bain (Sterling), ahora madame del burdel local.
Una vez más no estamos en una ciudad cualquiera. A la entrada hay un cementerio repleto de cruces, los niños (siempre los niños) juegan y miran, se escapa un perro, dos balazos y queda su cadáver atravesado en medio de la calle. Es el malvado Ed Pinchot (Gordon), uno de los esbirros del oculto cacique Hoffman que domina con puño de hierro el territorio, "Su marca es una tumba".
Una vez más los ciudadanos deben buscar en un forastero lo que su cobardía y su egoísmo no son capaces de resolver. Y Clint, esperando una respuesta de su amada se ve mientras tanto con una estrella en el pecho con el cargo de "pacificador". Una especie de ayudante de sheriff con los mismos métodos que luego desarrollará el otro Clint en "Harry el sucio".
Desde las primeras imágenes la cinta promete. A medida que avanza, el interés no solo no decae sino que se incrementa por momentos. El guion y la realización paulatinamente aumentan la presión atrapando la atención del espectador que no intuye cuál puede ser el desenlace. Cosa bien rara en el western.
Los honorables ciudadanos se preguntan pronto, con el doctor Hughes, si no será peor el remedio que la enfermedad. La parte sentimental se complica con la presencia de un segundo romance entre dos jóvenes idealistas de la localidad, romance que parece entrecruzarse con el primero.
También hay intriga. Visillos que se mueven tras las ventanas; un reloj, otro reloj, marca siempre las cinco en punto cuando Clint toma su única copa en la cantina "Red Dog"; un enigmático vendedor de whisky desciende de la diligencia y se convierte en espectador de todo cuanto sucede apoltronado en una mecedora en el porche. Mientras tanto Hoffman, el gordo y astuto que dirige el drama, brilla por su ausencia. Lleva cinco años sin aparecer por el pueblo.
Y es allí donde quiere llevarlo Clint. Otra vez los cinco años, como las cinco en punto de la tarde.
Magnífico guion y magnífica realización que ahonda y bucea en la intimidad de los personajes, ricos en matices, con claroscuros. Superior la interpretación de Mitchum, magnético, siempre en el centro de la escena, exuberante Sterling y el resto del elenco femenino. Lo mismo que los actores de reparto.
Al fondo el otro protagonista, el malvado Hoffman que no se digna aparecer ni una sola vez en la pantalla. Dicen que es tan inteligente como obeso. ¿Y si fuera Welles el de "El tercer hombre"? ¿Acaso el director Wilson no ha sido un colaborador habitual suyo? Nos decepciona no verlo cuando de pronto surge su oronda figura en el tiroteo final.
Excelente recreación de ambientes. No hay paisajes, todo sucede en Sheridan City. Excelente también la fotografía, los primeros planos, las sombras que los rostros proyectan sobre el suelo o las paredes. Como la banda sonora, adecuada a cada momento.
El planteamiento lo veremos repetido solo unos años después en "Río Bravo" (Hawks, 1959). Un hombre con una estrella en el pecho se enfrenta al todopoderoso cacique, apenas recibe la ayuda de un joven impulsivo y de un viejo sheriff apocado, mientras el pueblo espera el desenlace del drama. Retirada de armas, intercambio de rehenes, espectaculares llegadas al pueblo de los bandidos. Al fondo un antiguo romance. Curioso, en ambas cintas nos encontramos con Angie Dickinson aunque en papeles dispares.
Una gran película muy recomendable a los cinéfilos en general y, especialmente, a los aficionados al western.