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Voto de PETER COHELET:
3
5 de abril de 2011
40 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Robin y Marian”, en opinión de sesudos críticos, es una película maravillosa, muy humana, y con convincentes despliegues físicos que dan al conjunto de la acción una autenticidad como la que hubo en la Edad Media. Realismo de tomo y lomo donde los soldados se pillan el dedo en la catapulta, los combates no huelen a pixels, escalan las puertas a pulso y hasta se le ve el culete a Robin Hood.
En resumen, una película que no tiene desperdicio y, como alguien muy bien apunta, “lo que hubiera deseado realizar Ridley Scott en su versión sobre el arquero”. Hiperrealismo.
En resumen, una película que no tiene desperdicio y, como alguien muy bien apunta, “lo que hubiera deseado realizar Ridley Scott en su versión sobre el arquero”. Hiperrealismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
- En pleno 1199, cuando los Reyes, a causa del Juramento Divino, eran soberanos absolutos y hacían su voluntad, el “capitán” Robin Longstride se permite, delante de la plana mayor del ejército y del representante del Clero, desobedecer y cuestionar la palabra regia con frases como: “Allí sólo hay mujeres y niños.”, “¡Pues debería importarte!” o “¡Hazlo tú que eres un bruto y seguro que disfrutarás!”. Hiperrealismo.
- Ricardo I de Inglaterra muere tras ser alcanzado con una flecha lanzada por un anciano tuerto desde lo alto de un castillo y sin utilizar arco ni ballesta, esto es, disparándola a mano. Hiperrealismo.
- Juan I de Inglaterra, que modernizó la flota inglesa y constantemente se vio envuelto en conspiraciones e intrigas con el Clero, con la Nobleza y con su madre y hermanos, es retratado como un botarate adicto al sexo que resuelve los asuntos de la Corte, en los que se juega no sólo el trono sino también la vida, a la vez que se desnuda compulsivamente para ir a fornicar con Isabel de Angulema. Hiperrealismo.
- La coreografía del combate final nos muestra a un Robin Hood viejo, gravemente herido, extenuado, y a merced de un oponente hábil y precavido que, sin ningún motivo, baja totalmente la guardia para que el león de Sherwood pegue un salto y le atraviese con su espada. Hiperrealismo.
- El hiperrealista final de la película tampoco tiene desperdicio:
La noche anterior Lady Marian, al servicio desde hacía veinte años de un Dios medieval, esto es, vengativo y castigador, dice frases como: “¿Tan poco te importa la muerte?” o “No vayas a buscarla, que llegue cuando ella quiera”.
Y, al día siguiente, ella se suicida (pecado mortal) y a él le asesina (pecado mortal). Hiperrealismo.
- Y, por último, cargada de simbolismo y poesía, la escena final. Memorable epílogo de dos amantes moribundos:
“Donde caiga la flecha, John, ponnos juntos y déjanos allí”. Y, después de decir esto, Robin Hood, agonizante por una herida profunda en su costado y envenenado por la cicuta, tensa todo lo que puede su arco y manda la flecha a tomar por culo, como si ésta tuviese incorporado un sistema de GPS.
Me imagino al bueno de John buscando desesperado la puta flecha por todos lados y, al final, enterrando los dos fiambres donde le salga de los cojones. Y también me imagino a un Ridley Scott atreviéndose a seguir semejante guión y, al margen de actores, interpretaciones y aspectos técnicos, siendo masacrado y con razón por los mismos críticos que ensalzan la hiperrealista obra de Lester.
Hay más cosas, necesarias para comprender la crítica, pero el Sistema amablemente me avisa de que no está dispuesto a permitir una palabra más. Amén.
En fin, no tengo nada más que decir, así que amablemente me retiro del escenario. Pero que nadie sufra; prometo que si recibo en mi buzón diez mil peticiones de regreso, volveré. Tened bien por cierto y por seguro que esto no es un “adiós” sino un “hasta luego”. Agur.
- Ricardo I de Inglaterra muere tras ser alcanzado con una flecha lanzada por un anciano tuerto desde lo alto de un castillo y sin utilizar arco ni ballesta, esto es, disparándola a mano. Hiperrealismo.
- Juan I de Inglaterra, que modernizó la flota inglesa y constantemente se vio envuelto en conspiraciones e intrigas con el Clero, con la Nobleza y con su madre y hermanos, es retratado como un botarate adicto al sexo que resuelve los asuntos de la Corte, en los que se juega no sólo el trono sino también la vida, a la vez que se desnuda compulsivamente para ir a fornicar con Isabel de Angulema. Hiperrealismo.
- La coreografía del combate final nos muestra a un Robin Hood viejo, gravemente herido, extenuado, y a merced de un oponente hábil y precavido que, sin ningún motivo, baja totalmente la guardia para que el león de Sherwood pegue un salto y le atraviese con su espada. Hiperrealismo.
- El hiperrealista final de la película tampoco tiene desperdicio:
La noche anterior Lady Marian, al servicio desde hacía veinte años de un Dios medieval, esto es, vengativo y castigador, dice frases como: “¿Tan poco te importa la muerte?” o “No vayas a buscarla, que llegue cuando ella quiera”.
Y, al día siguiente, ella se suicida (pecado mortal) y a él le asesina (pecado mortal). Hiperrealismo.
- Y, por último, cargada de simbolismo y poesía, la escena final. Memorable epílogo de dos amantes moribundos:
“Donde caiga la flecha, John, ponnos juntos y déjanos allí”. Y, después de decir esto, Robin Hood, agonizante por una herida profunda en su costado y envenenado por la cicuta, tensa todo lo que puede su arco y manda la flecha a tomar por culo, como si ésta tuviese incorporado un sistema de GPS.
Me imagino al bueno de John buscando desesperado la puta flecha por todos lados y, al final, enterrando los dos fiambres donde le salga de los cojones. Y también me imagino a un Ridley Scott atreviéndose a seguir semejante guión y, al margen de actores, interpretaciones y aspectos técnicos, siendo masacrado y con razón por los mismos críticos que ensalzan la hiperrealista obra de Lester.
Hay más cosas, necesarias para comprender la crítica, pero el Sistema amablemente me avisa de que no está dispuesto a permitir una palabra más. Amén.
En fin, no tengo nada más que decir, así que amablemente me retiro del escenario. Pero que nadie sufra; prometo que si recibo en mi buzón diez mil peticiones de regreso, volveré. Tened bien por cierto y por seguro que esto no es un “adiós” sino un “hasta luego”. Agur.