Cambia el director, cambia el estilo y también la duración del libro. Y los niños ya no lo son tanto. En este contexto es como empezar desde el principio, pero se resuelve de forma adecuada a pesar de que no supere el encanto de las dos primeras.

La historia está bien construida, sobre todo las escenas en las que tienen lugar los viajes en el tiempo. La ambientación, los efectos especiales y su épica música completan una obra que, si bien tiene que irremediablemente propinar recortes argumentales, sí logra plasmar adecuadamente las escenas más importantes como las de los viajes en el tiempo. Y, por supuesto, proseguir con esa atractiva mezcla de humor, acción, amistad, misterio y magia.

Los personajes experimentan sus primeras y más claras señales de madurez de manera que se vislumbran las posibles relaciones. En ese sentido ganan en profundidad. Pero lo más importante a nivel de actores y de interpretación es la sustitución del fallecido Richard Harris por Michel Gambon. Considero un acierto la elección, pues su introducción se hace de manera sutil y apenas podemos darnos cuenta del cambio. Su intervención es correcta y a la altura del Dumbledore de las primeras dos películas. En cuanto a los nuevos, es preciso destacar a Gary Oldman como Sirius Black.