Historia en torno a seres necesitados de que alguien les escuche. Rodada en una pequeña ciudad americana, un enclave aislado y cerrado sobre sí mismo. Producción low budget y non union.

Ann se entera por teléfono que su novio ha decidido abandonarla e intenta suicidarse. Al salir del hospital acude al Teléfono de la Esperanza y comienza a grabar cintas de vídeo para enviárselas a su exnovio, que son interceptadas por un mensajero, enamorado de ella en secreto.

Extraña y original película, con influencia de Raymond Carver, Hal Hartley (ternura de la mirada, narrativa depurada), Bioy Casares (peso de las ausencias, importancia de lo que no se dice) y Robert Altman (trayectorias cruzadas, libertad itinerante de la narración).
Producto prototípico del cine independiente americano de la escuela neoyorkina.

Coixet consigue hablar de la dificultad para reconocer el amor, de las emociones y de las palabras que pugnan por salir a la luz, de la incapacidad de los seres que se quieren para hablar de lo más importante por mucho que hablen entre ellos, de la vivencia enfermiza del amor y de la carencia del amor. No se pone trascendente ni hace discursos, no detiene la acción para hacer las citadas reflexiones.

Película hecha de secuencias entecortadas, escenas que comienzan después que la acción haya empezado ya y que acaban antes de que esta finalice. Coixet le tiene horror a lo explícito.

Abunda la estética publicitaria que choca con la construcción elíptica, elusiva, concentrada y austera que preside la película: planos fijos, cámara inmovil para retratar vivas de los personajes que viven anclados en un momento difícil de su existencia, planos que capturan casi sin querer miradas furtivas, lágrimas escondidas, gestos inconscientes. Pinceladas impresionistas.

El tema de fondo es el desamparo emocional y la dificultad de comunicación. Avanza sobre líneas narrativas truncadas, subtramas que no acaban de desarrollarse. La soledad interior y privada de los personajes se ve acentuada por una cámara que explora todo tipo de espacios abiertos y colectivos: barullo del hospital, autopistas atascadas, lavandería inhóspita, fríos supermercados, los vacíos programas de tv... Son escenas de la América profunda, signos inquietantes de la civilización que extiende sus tentáculos, que pone en relación a las personas, pero que no facilita su comunicación en medio de la multitud.

Tiene un tono muy lírico a pesar de que todas las cosas pasan en lugares muy cotidianos.
En palabras de Andrew: "Es muy difícil dejar de amar a alguien al que apenas has conocido".