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Voto de Daverunner:
10
Romance. Drama Nueva York, año 1870. Newland Archer (Daniel Day-Lewis), un caballero de la alta sociedad neoyorquina, está prometido con May Welland (Winona Ryder), una joven de su misma clase social. Pero sus sentimientos cambian cuando conoce a la poco convencional prima de May, la condesa Olenska (Michelle Pfeiffer). Desde el principio, defenderá la difícil posición de la condesa, cuya separación de un marido autoritario la ha convertido en una ... [+]
29 de abril de 2024
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Apartado, en cierto sentido, de todo lo que había realizado anteriormente, Scorsese llevó a la gran pantalla la novela de la ganadora del Pulitzer, Edith Wharton. Ambientada en la segunda mitad del siglo XIX, la historia se centra en Newland Archer -Daniel Day Lewis- un joven abogado perteneciente a la alta sociedad neoyorquina prometido con May Welland -Winona Ryder-, una joven de su mismo estrato social. Sin embargo, sus sentimientos cambian cuando conoce a la prima de May, la condesa Olenska -Michelle Pfeiffer- que vuelve a Nueva York tras separarse de su autoritario marido. La personalidad y la belleza de la condesa harán que la vida de Newland sufra un vuelco.

Alejándose de la violencia física, de las armas y la sangre, Scorsese retrata a la perfección la alta sociedad norteamericana de hace ya algo más de siglo y medio. Y quizá ese envoltorio que cubrió su decimoquinto trabajo para la gran pantalla fue uno de sus grandes enemigos. ¿Qué hace este director en un drama de época? Darnos, una vez más, una lección de cine.

No hay plano en la película que sobre, todo está medido al milímetro. En un perfecto trabajo en equipo en el que brillan, tanto la fotografía de Michael Ballhaus, la música de Elmer Berstein, la cuidada y precisa ambientación de Dante Ferreti y el sobresaliente montaje de la eterna Thelma Schoonmaker, La edad de la inocencia atrapa al espectador y le sumerge en los supuestos encantos -discretos, que diría Buñuel- de la burguesía.

Y en ese sumergimiento, o a través de él, mejor dicho, el espectador se da cuenta que el bueno de Marty no se ha distanciado tanto de uno de sus temas favoritos, la mafia. Que las reglas convencionales por las que se regían las clases altas podían ser más opresivas y exhaustivas que las de la Cosa Nostra. Más pulcras, menos violentas, pero igual de tiránicas.

En esa opresión se mueven, o intentan moverse Newland y la Condesa. Para el joven abogado, Olenska representa todo aquello que él anhela. Es una mujer que se ha rebelado ante un matrimonio impuesto, en el que no era feliz. Se trata pues, de una persona que rompe las normas de la alta sociedad, que las desafía y por ende sufre con el aislamiento de los que la rodean. De todos menos de su abuela, la señora Mingott -Miriam Margolyes- y del propio Archer. Este, cae rendido ante la personalidad y belleza de la Condesa.

Ese amor imposible, cercenado desde el inicio porque él está prometido en matrimonio y ella aún no se ha divorciado -y aunque lo hiciese, era una apestada para la alta burguesía neoyorkina- se va a perder en un laberinto. Un laberinto del que ambos personajes no van a poder salir, ya que las paredes que lo forman están construidas con la tradición y el protocolo de una sociedad, de unas familias dominantes. Ambos son presos, están condenados a vivir separados.

Los tres protagonistas de este triángulo amoroso están perfectos. Michelle Pfeiffer nos brinda, quizá, la mejor interpretación de su carrera. Daniel Day Lewis está sobrio, contenido, reflejando a la perfección la frustración de su personaje. Y Winona Ryder, con apariencia de mosquita muerta, de mujer florero que no se entera de lo que ocurre a su alrededor y que encierra una personalidad conspiradora y manipuladora. Un rol al que, con las pinceladas oportunas, le iría al pelo a cualquier mafioso.

Un grupo de secundarios muy notables entre los que destacan Geraldine Chaplin, Richard E. Grant y un breve, pero magnífico y sentimental Jonathan Pryce. La voz en off, como narradora omnisciente, de Joanne Woodward tiene un gran peso en la obra, dotándola más si cabe de ese tono literario que Scorsese no quería abandonar a la hora de adaptar la obra de Edith Wharton.

Algo más de dos horas que transcurren sin altibajos, con un ritmo narrativo perfecto. Y que terminan de forma sobresaliente. Un final a la altura del resto de la obra, pero que debido a su emoción y a la conmovedora figura de un Daniel Day Lewis, ya avejentado, te agarra y te sacude sin saber a ciencia cierta, si te ha dejado en paz con la historia que has visto o te ha vapuleado emocionalmente. Porque días después de haber visto la película, aún recuerdas el desenlace con el que Martin Scorsese firmo uno de sus mejores trabajos. Obra maestra absoluta.

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Daverunner
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