Álex de la Iglesia siempre ha sido un director que se ha destacado por su tendencia a la exageración y a la hipérbole, por eso hay muchos que han tildado esta película como un trabajo menor, ya que es menos espectacular que muchos de sus trabajos anteriores. Y no les falta razón. Lejos de la espectacularidad de “El día de la bestia” o “Balada triste de trompeta” el director se enzarza en una meditación sobre la falta de principios, los estragos de la crisis económica, el papel de los medios de comunicación y la comercialización con el sufrimiento ajeno. Aquí es donde se nota que el cineasta vasco ha perdido un poco el toque, al menos en esta ocasión. La denuncia se hace de una forma un poco soez, quiero decir, de una forma muy burda casi sin sutileza. Los personajes negativos son retratados como meros monigotes sin ninguna profundidad psicológica; del mimo modo que los personajes positivos son retratados como un dechado de virtudes lo que hace que la película sea demasiado maniquea lo que hace que el mensaje no sea tomado en serio, por lo menos eso me pasó a mí. La tendencia de caer en el esperpento hace que el film pierda realismo y así los hechos que se pretenden denunciar (muy loables todos ellos) no se pueden tomar muy en serio, lo que hace un flaco favor a la película.
La alienación del ser humano en la sociedad materialista y capitalista, el sufrimiento humano como mercancía, los medios de comunicación que únicamente buscan el morbo, la falta de escrúpulos del mercado, la sensación de fracaso que se instaura en el ser humano por esta crisis económica, la clase política pusilánime y oportunista … son temas demasiado importantes y creo que se deben tratar de una forma un poco menos tosca pero se agradece que el valiente de De la Iglesia al menos lo haya intentado, algo no muy común en nuestro cine y que pocos se han atrevido a retratar.