Nos encontramos ante un melodrama familiar de esos de toda la vida, de esos que te ponen en Antena 3 al mediodía y hacen que no seas capaz de cambiar de canal. Un dramón en toda regla, vamos. A un tipo de éxito (laboral y personal) le diagnostican un cáncer y se propone dejar una grabación de vídeo para su hijo con el objetivo de que le conozca mejor y en que no faltarán todas las lecciones importantes de la vida que no podrá enseñar a su vástago.
Pero, por supuesto, antes de que le llegue la hora al protagonista, este tendrá tiempo de poner orden y de reconciliarse con todas las personas de su pasado con las que había tenido algún desencuentro. Es verdad que en la película no hay nada que sea demasiado original ni nada que no se haya visto en muchos de estos filmes, pero también hay que reconocerle que es una película llena de humanidad, de buenos sentimientos y con un valor catártico bastante notable (cuando uno termina de verla, siente la necesidad de ser mejor persona, aunque esas ganas no duren tampoco mucho).
También hay que destacar el notable trabajo de Nicole Kidman y, sobre todo, de Michael Keaton, un actor que no nos hemos cansado de reivindicar y que ahora, parece, que han descubierto que es uno de los grandes.