Cuando terminé de ver este film de Woody Allen, pensé en que no sabríamos lo que sería del mundo del cine sin la película anual del neoyorquino. Por desgracia, ya sabemos la respuesta por el boicot que está padeciendo Woody en estos momentos por el #metoo y demás cuyo resultado no me resisto a obviar. Una persona que ha sido objeto de una investigación judicial (o dos) y ha sido declarado no culpable no debería tener que pasar por esto. Pero volviendo a la película y a la cita anual con Woody Allen, diré que yo, en su momento, fui muy crítico con esa manía suya de hacer una película al año, ya que consideraba que eso nos privó de muchas obras maestras reemplazadas por muchas buenas películas y otras no tanto. Pero nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Hay que reconocer su mérito porque la media de sus films es mejor que la de casi todos los directores vivos.

Las últimas películas de Woody Allen, además, han sido además bastante afortunados, en la última década ha firmado algunos trabajos nada desdeñables (desde "Match Point" hasta "Midnight in Paris") y esta también está entre ese nutrido grupo. Melancólica, triste, desengañada, relativista... con esos diálogos mordaces e ingeniosos marca de la casa, alcanzando un nivel más que notable (como siempre), una película que nos hace olvidar sus resbalones (que los ha tenido, véase "Vicky Cristina Barcelona" o "Conocerás al hombre de tus sueños").

La química entre Kirsten Stewart y Jesse Essenberg es innegable y es evidente que a él se le da mejor hacer de sosias de Woody Allen que de villano, por ejemplo, de cierto súper héroe proveniente de Krypton. Steve Carrell tan eficiente como siempre.