Película bastante previsible y en búsqueda de la lágrima fácil que abarca un tema muy sensible y que busca dejar un buen sabor de boca aunque en realidad sabemos que las posibilidades de que algo así ocurra son mínimas, por no decir que casi inexistentes.
Las actuaciones son de discretas para abajo, Oliver Jackson-Cohen está en ocasiones sobreactuado y el elenco de secundarios no aporta nada destacable a la trama.
Teniendo en cuenta el objetivo de la película (recaudar dinero para investigar el cáncer infantil), la rigurosidad con los aspectos cinematográficos puede que quede en un segundo plano. Pero si hay que limitarse a su historia y a la visión técnica del metraje, es imposible llegar a pensar que es una buena película. El argumento es absurdo, las interpretaciones son banales y la dirección resulta tan pobre como imprecisa. Solo vale la pena verla por su mensaje y por la causa que trata.