Hemos vuelto de las vacaciones ¡!. Ese periodo estival donde todo es más caro, en el que hay más aglomeraciones y en el que debes aguantar a través de las diferentes redes sociales, las consabidas fotografías de los demás; y lo que es peor, de las imágenes de adultos haciendo cosas descerebradas.
En un verano donde ha predominado el “selfie”, la ostentación vacacional (yo me he ido más lejos que tú), y las fotos ridículas (algunos disfrazados, otros poniendo morritos en fiestas incomprensibles, o posando como si fuera el book de un fotógrafo “iluminado”). No es de extrañar, que no me sorprenda excesivamente, las vivencias de esa alocada familia. Ya que la realidad por sí misma, es deliciosamente surrealista.
Siguiendo la estela de unas recordadas comedias de los 80, que una y otra vez veíamos en las estanterías de los videoclubs, esta nueva versión cumple a la perfección con la norma de entretener.
Aunque la chispa de los añorados John Hughes y Harold Ramis está ausente, sí que en cierta medida lo está su espíritu. La cinta intenta ser una especie de continuación “remake”, apuntándose a una moda, que ya casi se puede ir convirtiendo en un género con entidad propia.
Reconozco que hay gags que funcionan muy bien, otros no tanto, pero en líneas generales en un producto más que aceptable. Su estructura de road-movie lo capacita para crear situaciones en cadena, pequeños episodios que funcionan a modo de sketch televisivo. Imperdible ese Chris Hemsworth en modo “moja braguer”.
Un nuevo título que viene a añadirse a esta especie de año “revival”, tan curioso y extraño que estamos viviendo.
Y una última recomendación: dejad de dar saltos delante de monumentos famosos.