Sin duda estamos ante un año potente en lo relativo a las películas nominadas al Oscar a la mejor cinta de habla extranjera. Y aunque ésta producción belga posiblemente es de las que menos posibilidades tiene, nos llega a nuestras carteleras con inusitada fuerza.
Un título que ha sido un sonado éxito en su país y en Holanda, y que se está convirtiendo progresivamente en una propuesta alternativa, diferente, y con un atractivo especial.
A priori puede resultar el típico melodrama de chico conoce a chica, se enamoran, tienen una hija y les sobreviene la enfermedad. Pero nada más lejos de la realidad.
Se sustenta en unos lazos tremendamente emotivos para con el espectador, utilizando como hilo conductor un género musical, que sirvió en los años 30 como germen de lo que luego sería el country en los Estados Unidos.
La música no rompe la acción, sino que la completa, en una estructura narrativa que con idas y venidas en el tiempo, te introduce en un drama contundente, pero encantador en muchos aspectos.
La pareja protagonista es uno de los mejores ejercicios de casting de la temporada, no solo a nivel interpretativo sino en su fuerza como cantantes. Cada vez que suben al escenario, el relato adquiere una dimensión diferente, acompañados de unas letras que van hilvanando su vida, en ocasiones trágica y en ocasiones hermosa.
Un canto al bluegrass, una película que con un poco de suerte se puede convertir en un pequeño clásico de culto como lo fue en su momento “Once” para la música de cantautor.
Todo ello contado con un bello montaje y una planificación fotográfica casi de postal. Detrás de cada plano hay un gran narrador de historias, y de lo que es más importante, de la emoción que conlleva estar vivo en este mundo.