Como suelen decir que no hay mal que por bien no venga, aunque no me columpiaré asegurándolo puesto que soy neófito en ambas series, en el margen exclusivo de sendas adaptaciones televisivas, diría que 'The Witcher: El origen de la Sangre' es el más y mejor -lo de mejor en parte gracias a su formato comprimido de cuatro capítulos- de hasta donde pude aguantar -mismamente cuatro, también- de la extenuante y plomiza 'La rueda del tiempo', sólo que aportándole sangre, sexo soft -si buscas lo que en la primera temporada de 'The Witcher', date la vuelta-, un plus moderado en el carisma protagónico y credibilidad física -sí, Sophia Brown y Laurence O' Fouarain sí parecen guerreros mercenarios-, y tres tantos de lo mismo multiplicado por 10 en la hechicera -o una movida mágica- Michelle Yeoh que pasa casi por lo mismo y desempeña idéntico rol al de Rosamund Pike en la serie de amazon -y eso incluye ser productora- pero molando más: es lo que tiene ser una actriz "seria" (¿qué significará eso?) pero también una gran estrella del cine de artes marciales desde hace 38 años.
Si para matar el gusanillo entre las temporadas 1 y 2 nos colaron una aventurilla de animación, esta vez toca una macropelícula en imagen real troceada en cuatro cachos (y el bardo Joey Batey, al que se le narra este relato/precuela, de hilo conductor) con un objetivo similar al que ha aspirado con o sin Cavill -y a partir del año próximo será sin él, me temo- el resto del engranaje de la marca:
EN-TRE-TE-NER.
Que me perdonen los puristas, pero la fidelidad en mayor o menor medida al universo creado por Andrzej Sapkowski me la trae al fresco.
Echo en falta el follercio, eso sí. Y creo que no sé si las orejas de duendas, de elfas, de Spock o lo que sea su raza le quedan mejor a Yeoh o a Minnie Driver haciendo las veces de cuentacuentos.
Bueno, rápido y barato. A la postre incorporamos a la galería de los intérpretes con acondroplasia -a diferencia de alguna otra serie de amazon en la actualidad- más carismáticos del género de fantasía épica a Francesca Mills, locuaz y arrolladoramente salvaje.
Si así es como nació el primer brujo, no me parece tan mal parto.