Si Hong Kong -no Keanu Reeves- tiene la patente en peleas más largas que un saque de banda en Oliver & Benji, en la India -aquí por historia y espíritu, que no producción- conocen al dedillo la fórmula para meter jaleo en un turmix de denuncia social, tradiciones ancestrales, venganzas y un tío con máscara de mono o vestido de domingo para cada ocasión. En ésta, para concretar, Sharlto Copley vuelve a coincidir con Patel, no como hacedor y creación, pero sí dándole a la sin hueso -no capturando movimientos- presentando combates en un tugurio.
Patel ya tiene mili en tesituras casi o igual de movidas como príncipe tirano de fallida fantasía épica, sobrino del Rey Arturo en un mismo contexto o, sin salir de Asia, entre terroristas paquistaníes (casi tan peligroso como participar en el 50 × 15) o visitando futuros distópicos de robots androides. Lo novedoso de su fimografía radica en colocarse delante y detrás de la cámara para zurrar a cascoporro demostrando un temple rítmico y visual espídico y embrutecido con la estrella hindi Sikandar Kher oficiando como piedra en el camino.
Pura adrenalina y acción asiática de la misma fuente de que ha mamado el asesino de asesinos que no tendría por qué ser nombrado sí o sí cada vez que cualesquiera de los estrenos del género mamporrero llegan a la cartelera aunque, paradójicamente, lo mencionen aquí -como a Nicky Minaj- para desentenderse (a ratos) de él.
¿Quién sabe? Tal vez siendo un pelotazo de por sí, la mires por el ángulo que la mires, guste más a los fans de las franquicias 'Ong Bak' y 'Thai Dragon' que a los que demandan otro Babba Yaga.
Produce Jordan Peele, pero Slumdog Wickllionaire lleva más de 20 años estudiando un master de dirección impartido por DANNY BOYLE, John Madden, Shyamalan, Aaron Sorkin, NEILL BLOMKAMP o Wes Anderson entre otros.
Y quieras que no, eso se nota.