Os ruego que me disculpéis, dicho así de antemano, si me dejo algún cabo suelto al pormenorizar en los logros -si los hay, me los habré perdido- y taras de un juguete tan abominable, hortera y risible. Pero desgraciadamente no he sido capaz de ver más de 3 episodios de 'Sky Rojo'. Bueno, en realidad han sido 2 y medio. Pero sigo sin perder la esperanza de poder terminar una serie de televisión creada por el tal Álex Pina y Esther Martínez Lobato (''La casa de papel', 'El Embarcadero').
Pero 'Sky Rojo' tiene su parte divertida. La de adivinar quién es el próximo pringado que, a lo largo de cada uno de los 8 capítulos de 25 minutos, rodados en formato de durabilidad invertida -es decir, que parezcan 52-, pagará los platos rotos de la persecución a la que 3 prostitutas chonis -que no 'punkys', no confundamos churras con merinas- son sometidas por 3 proxenetas. Para precisar: las correcaminos Verónica Sánchez, Lali Espósito y Yani Prado contra los coyotes Asier Etxeandia, Miguel Ángel Silvestre y Enric Auquer.
El primer momento en que gritarás '¡peligro, iceberg!' será durante la inauguración del prostíbulo, en una gala de neón, purpurina y prostitutas presentadas -con un speech del anfitrión y todo- igual que las modelos de Victoria's Secret, mientras descienden glamourosamente por unas escaleras para atravesar una pasarela con los vigilantes y camareros haciéndoles el pasillo de las campeonas.
Pero el instante en el que decidirás saltar del barco -o ha sido el mío, al menos- es el de la insustancial -as usual- Verónica Sánchez bordando una imitación de Carlos Jesús al mezclar lexatin y mojito. Lo cierto es que su personaje -bióloga, profesora particular de los hijos de su chulo (¡!) y prostituta- pasa practicamente toda la serie -lo que me ha dado tiempo a ver- atiborrándose de pastillas. Desconozco si es por exigencias del guión o porque sabe lo que está rodando.
Un despropósito absoluto. El poster es maravilloso, eso sí.