Cuesta bastante encontrar una película de terror de finales de los años 90 que se tome tan en serio a sí misma y tenga la suficiente fuerza como para tener todavía a día de hoy bastante presencia. El sexto sentido inspiró a toda una nueva ola de películas de terror que de alguna manera la emulaban, pero no sólo no conseguían llegar a su nivel sino que se encargaban de hacerla más grande al no poder competir con ella en ninguna de sus virtudes.

Es una de esas películas que aúnan tanto crítica especializada como espectador casual. Esto se traduce en que es una buena película pero además también es muy divertida. Pero el sexto sentido no sólo se para ahí y también ofrece una historia llena de enigmas cuyas respuestas probablemente te dejarán boquiabierto. Bueno, por lo menos eso ocurría en 1999, porque ahora este tipo de thrillers de alguna manera garantiza sorpresas.

Y es que el sexto sentido no sólo trajo bajo el brazo la mencionada oleada de terror en forma de varias películas, sino que también revolucionó la manera en la que se cuentan las historias y la forma en la que los acontecimientos desembocan en su final. Nos decimos a nosotros mismos que un final no puede marcar la diferencia entre una buena película a una mala. De alguna manera nos sentimos injustos a la hora de valorar algo que ronda las dos horas en función de sus últimos 15 minutos, pero la realidad es que el final todavía forma una parte muy importante a la hora de concebir todo el conjunto y por ende valorarlo. No creo que a estas alturas alguien se sorprenda al leer que el sexto sentido tiene un final único pero repetible como han demostrado el resto de películas que se han obsesionado por ofrecer las mismas emociones. Porque puede que el final sea distinto, pero desde el sexto sentido llevamos repitiendo la misma fórmula en diversos géneros.

Podríamos entrar en cuestiones más técnicas. Podríamos hablar de cómo el director hace un ejercicio de suspense con pocos precedentes (Hitchcock), con el terror como principal arma pero siempre escondida debajo del abrigo, como si fuera un western dónde el sheriff pudiera desenfundar en cualquier momento. También podríamos hablar de cómo nos remonta a otra época donde el cine de terror tenía un hueco entre los más grandes. La realidad es que no siento que sea necesario profundizar en estos temas porque la película por sí misma vale lo suficiente como para ser valorada independientemente de otros factores. Temía que con el paso de los años la película perdiera su impacto, pero cada vez que la veo muy poco de lo que sentí la primera vez que la vi se pierde.