Cabalgando entre lo llamativo y lo olvidable. Uno no sabe dónde está la separación entre la calidad de la película y la propia calidad que trae de serie Park Chan-wook. La inteligencia con la cámara y los trucos visuales maquillan una película que, pensada detenidamente, es demasiado poco impactante para lo que transmite.

Además, últimamente hay demasiadas películas que tratan estos thriller psicológicos donde la tensión erótica es la principal protagonista por encima de los personajes. En este caso, una aceptable Mia Wasikowska, con un algo típico Matthew Goode y con una casi anecdótica Nicole Kidman, que parece no acabar de entender su papel en la película. A pesar de que aparece bastante en pantalla uno la ve siempre descolocada y como fuera de lugar.

Es de agradecer que, pese a tratar de lo que trata, Park Chan-wook se ahorre el intento de escandalizar al espectador. Es evidente que podría haber tirado de mucha más incomodidad en cada escena, haber dotado de más acidez a su propuesta, pero al final tenemos una especie de versión relajada que muchas veces se agradece más que la eterna película que se centra más en transgredir que en ofrecer algo de calidad.

Stoker está bien, pero era de esperar algo más. No creo que la recuerde de aquí a unos años.