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Voto de Cinemagavia:
3
Comedia Johanna Morrigan decide abandonar su vida en Wolverhampton para mudarse a Londres. En el proceso, cambia radicalmente su forma de ser e incluso su propio nombre, pasando a ser conocida ahora como Dolly Wilde. Por suerte para ella, obtiene un trabajo como crítica musical que le permite dejar atrás su vida de pobreza. (FILMAFFINITY)
30 de julio de 2021
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Una coming of age pasada de fecha

¿Conoces el término “jailbait”? En español, podríamos traducirlo como “cebo de cárcel” o, de forma un poco más literaria, una Lolita. Es la expresión que utilizan muchos predadores sexuales para describir a las jóvenes adolescentes que los “incitan” a tener relaciones con ellos, pero con las que sería ilegal tenerlas porque son menores de edad. Viendo Cómo se hace una chica vas a poder familiarizarte con el concepto.

Cómo se hace una chica es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Caitlin Moran. La historia, una semi autobiografía de la autora, sigue a Johanna, una joven de 16 años de origen humilde que se labra un nombre en el mundo del periodismo musical gracias a sus críticas despiadadas.

A lo largo de la película, Johanna se presenta como una adolescente inadaptada, que carga con el peso de una familia numerosa, un padre fracasado y una madre con depresión posparto. Pese a las dificultades, no deja de perseguir el sueño de ser escritora y empezar una nueva vida.

En esencia, el alter ego de Caitlin Moran es una adolescente de los años noventa, con todo lo que ello conlleva. Entre sus ídolos están las hermanas Brontë (excepto Anne), Jo March y Sigmund Freud. Su idea de triunfar pasa por teñirse el pelo de rojo y vestirse con una chaqueta de director de circo y un sombrero extravagante. Además, está obsesionada con la validación externa y se rige por los principios de un feminismo liberal muy blanco y muy británico.

*Cómo se hace una chica o por qué Caitlin Moran debería dejarlo ya

La periodista y escritora Caitlin Moran es una voz prominente en Reino Unido desde la publicación de su primer libro, Cómo ser mujer. Su estilo sarcástico y su forma de ver la feminidad le granjearon un puesto en la sala de la fama de las feministas británicas, junto a la guionista Lena Dunham (Girls), entre otras. Su mano se nota de más en la adaptación del guión de Cómo se hace una chica.

El tono irónico de Moran intenta ser divertido e inteligente, pero empieza a hacerse pesado en la página 50. Y a su adaptación le pasa lo mismo. La cinta tiene varios puntos interesantes desde la perspectiva visual, pero le falta ritmo y se hace larga y aburrida.

Además, no está en conexión con el momento social que estamos viviendo. Al contrario, deja un regusto rancio y añejo. Tal vez hace 15 años esta película hubiera llenado un hueco en el mercado. Sin embargo, en 2021, el discurso de Cómo se hace una chica está más que superado.

Las lecciones de vida que intenta enseñarnos las hemos leído ya mil veces en todos los formatos posibles. Y el enorme esfuerzo que ponen en que Johanna sea una protagonista rarita y con encanto resulta poco más que ridículo.

La protagonista encuentra un espacio en el periodismo musical adentrándose de lleno en un mundo dominado por los hombres. Su entorno de trabajo está compuesto en su totalidad por adultos que no la toman en serio o que quieren aprovecharse de ella de alguna forma. Y la cultura de la pedofilia está gravemente representada durante toda la historia.

*¿Cultura de la pedofilia? Ponme tres tazas

Cómo se hace una chica está a la altura de lo que cabe esperar de un producto de Caitlin Moran. No sería más que otra película coming of age de adolescentes si no fuera por su incesante empeño en mostrarnos a una niña de 16 años teniendo sexo con adultos.

Y es que parte del “crecimiento personal” de Johanna pasa por acostarse con todo tipo de hombres mucho mayores que ella. Hombres que la llaman jailbait y se ríen de su inmadurez al tiempo que se aprovechan de ella para saciar un macabro deseo sexual.

Una historia que se vanagloria por su representación del ensayo y error, pero no se toma ni un minuto de más para resaltar los abusos a los que la protagonista se enfrenta, no merece mucha atención.

Aunque la directora ha tenido la decencia de elevar la edad de la protagonista, que en el libro tenía 14 años, Beanie Feldstein acaba de cumplir los 28. Y ver a una mujer adulta en el papel de una adolescente diluye el horror de comprobar que está siendo abusada sexualmente. Por supuesto, no podemos esperar la delicadeza de historias como ‘The Tale’ (2018) en una película que ni siquiera es consciente de los hechos problemáticos que presenta.

*Cómo se hace una chica: ensayo y error, pero sobre todo error

En su intento por ser divertida y diferente, la cinta no explora las razones por las que la protagonista fracasa en su intento de hacerse a sí misma. Y es que una chiquilla tan joven está condenada a experimentar con la ropa, con sus ideas y con la gente con la que se mueve. En eso consiste ser adolescente. Su responsabilidad es el ensayo; el error corre a cargo de los adultos que la rodean.

Con unos padres negligentes, que no le prestan suficiente atención, y un entorno laboral dominado por hombres que le doblan la edad, Johanna estaba condenada al error desde el principio. Expuesta al alcohol, el tabaco, las fiestas nocturnas, y lo que es más peligroso, a los predadores adultos que intentan —y consiguen— acostarse con ella, la pobre Johanna tiene suerte de sobrevivir a los 16.

Pero a Cómo se hace una chica estos sucesos le parecen tremendamente divertidos, por lo que en lugar de hablar de cultura de la pedofilia, dedican unos buenos diez minutos a que Johanna alardee de sus “conquistas sexuales”. Así, convierten a una protagonista compleja en un estereotipo de personaje femenino que “no es como las otras chicas” y que encuentra su validación solo en la mirada masculina e hipersexualizada.

Escrito por Ana Pastor
Cinemagavia
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