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Voto de Cinemagavia:
7
Romance. Drama Año 1998. Isabel, estudiante de periodismo, se ve obligada a realizar sus prácticas en el diario de un pequeño pueblo costero gallego para terminar la carrera. Al llegar, quiere empezar cuanto antes a investigar, a demostrar todo lo que ha aprendido para convertirse en una auténtica periodista. Pero el puesto que le asignan es el último que ella esperaba: la escritura y gestión de las esquelas que llegan a la redacción. Pero esto, que ... [+]
19 de septiembre de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Sol, vino y una historia

Tiene El verano que vivimos algo de guiso inacabado; falta sal y no hay nada de picante. Es una película inofensiva que cuenta con unos mimbres excepcionales; una historia interesante, una buen elenco de actores y Jerez como un actor más. Sin embargo todo esos elementos combinados no hacen la película que esperada. La historia se divide en dos líneas temporales, una parte que sucede en la década de los 50 y otra que sucede en nuestros días.

Del fin del mundo al comienzo de algo
Una joven periodista empieza a hacer prácticas en un diario local de Galicia. Rodeada de tedio y papeles viejos, ve pasar el verano sin apenas rozarlo, hasta que un día encuentra el mapa de un tesoro en forma esquela, el encabezado reza "Querida Lucia". Una gran historia que debe ser contada. La periodista seguirá el rastro de las estelas como baldosas amarillas acompañada del hijo del autor de esas esquelas. Conocer a las personas a través de hechos de su pasado.

El verano que vivimos está inspirada en hechos reales, todos los 21 de marzo durante 20 años José Luis enviaba una carta al director en el País contándole a Elena, su esposa fallecida como estaba la familia. La escritura como forma de purgar los demonios en forma de ausencia. José Luis quería hacerla participe de las desventuras de su familia, del nido familiar abandonado, de la crianza de los hijos en solitario con errores que esbozan la mueca de nostalgia de lo que ya no está.

La segunda línea temporal empieza en Jerez en los años 50, una familia bodeguera quiere construir una de las bodegas más punteras del momento. El encargo se lo hacen a un joven arquitecto (Javier Rey) amigo del responsable de las bodegas (Pablo Molinero) que se traslada a la zona para comenzar las obras. Allí conocerá a la prometida de su amigo, Lucia (Blanca Suárez) comenzando una espiral de deseo que chocará con la tradición de la época.

*Acento sí, acento no

Siempre se monta algo de revuelo cuando en una película uno de los protagonistas entona un acento que no es el suyo. Muchas veces se quiere poner el valor los actores con esa condición, dejando en un segundo lugar a los que han trabajado ese acento. La lengua no es la única motivación para logra un papel, existe un físico, una edad o la gravedad en la voz que marcan la designación final. En esta ocasión los actores se esfuerzan por logran ese acento, pero no es la razón por la que cargar las tintas con la película.

*Ese momento

Hay un momento en El verano que vivimos donde nos podemos reenganchar, donde podemos salir de la película cómoda de sobremesa de la tarde. Los protagonistas se encuentran en un feria de verano, Blanca Suarez vestida con un traje de flamenca y hay un baile. A lo largo de la historia del cine hay momentos históricos en cuanto a apariciones estelares, momentos donde un actor o actriz, aparece y ya es imposible dejar de mirar.

Ava Gardner tiene a bote pronto dos de ellas, su aparición en Forajidos (1946, Siodmak), llevando al desastre a Burt Lancaster y en la condesa Descalza (1954, Mankiewicz) apareciendo tras la cortina de un probador. Ese momento era el que salvando las distancias Blanca Suarez podía conseguir. Agarrarnos de la mano, meternos en pleno Jerez y sentados en una silla de madera verla moverse con la capacidad hipnótica de las más grandes. Que sus quiebros en las manos signifiquen el dolor por escoger entre dos amores, los giros de la huida hacia adelante que no la provocarán más que dolor.

*Todos los veranos se acaban

Al final, El verano que vivimos habla de la pérdida del amor y como eso marca el futuro. Cuando escribe las esquelas para Lucía, no busca más que el contacto diario de cómo te ha ido el día, la cotidianidad de un domingo por la mañana. La añoranza de lo que pudo ser y no fue. Igual que los caballos que surcan las playas de Cádiz, oscuros como el dolor rompiendo el agua a su paso. No llegan a verse nunca pero ambos saben que están el uno al lado del otro.

Escrito por Carlos Gómez Puebla
Cinemagavia
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