Roman Polanski ha decidido echar mano de su capacidad polémica para acercarnos su último trabajo. Un thriller político en el que lo único que sobran son veinte minutos de metraje. Salvo este apunte no se le puede reprochar nada a un director que es especialista en recrear una tensión palpable con sólo respirar. Es evidente que El poder en la sombra, novela en la que se basa El escritor, bebe de los últimos años de mandato del ex-primer ministro británico Tony Blair y a pesar de que el controvertido director ha indicado lo contrario las similitudes son tan evidentes que negarlo resulta ofensivo.
Filmada de forma excepcional y con un regusto clásico envidiable, El escritor comienza con un ritmo lento en su presentación para alcanzar a mitad de metraje el interés del espectador. Los acuerdos entre el político y su negro no son tan atractivos como la trama política que vendrá después. Y es que hasta que no aparecen las revelaciones que darán paso a la investigacion privada de manos del personaje de McGregor no se consigue despertar al espectador. He aquí donde el filme alza el vuelo logrando momentos tan portentosos como imprevisibles. La ausencia de persecuciones adrenalíticas es de agraceder asi como el estilo que el cineasta aporta en secuencias reveladoras como el final.
Gran acierto contar con un convincente Ewan McGregor para dar vida al escritor encargado de plasmar las memorias del ex-ministro encarnado por Pierce Brosnan. El que fuera agente 007 no defrauda en su corta aparición pero es el sector femenino quien mejor sabor de boca deja. Tanto Olivia Williams como una sorprendente Kim Cattrall aportan algo más que misterio a una cinta coral en la que no hemos de olvidar a un actorazo como Tom Wilkinson, que con un par de escenas demuestra lo que es.
Un film que sin ser una obra maestra consigue el propósito, hacer que el espectador se involucre en una historia de corrupción política dónde siempre hay cabida para la sorpresa final nada decepcionante.

Lo mejor: el ritmo in crecendo sin llegar a agotar.
Lo peor: la somnolienta primera media hora hacen peligrar una notable cinta.