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Voto de Jordirozsa:
3
Terror
El hada de los dientes ha vuelto. 15 años tras los eventos acaecidos en la primera película, Corey, ahora ya un adulto con secuelas psicológicas, ha decidido asistir a una terapia de grupo. Sin embargo, su peor enemiga ha regresado, y esta vez será mejor que se haya lavado bien los dientes. (FILMAFFINITY)
20 de marzo de 2021
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dice el refrán, que nunca segundas partes fueron buenas. Otro reza que el hombre (incluídos los productores cinematográficos) es el único animal que choca dos veces con la misma piedra. Esta segunda entrega no es una excepción a estas máximas de la sabiduría popular. .
Después de haber visto el fallido intento de Loiusa Warren, en la cochambrosa primera parte, no se imaginan ustedes el palo que me daba visionar un segundo plato de lo mismo. Esta fue la predisposición con la que me puse frente a la pantalla.
Sin embargo, pero no con ánimo de echarle demasiadas flores, cabe decir que si no buena, por lo menos nos podemos encontrar con un producto algo mejorado que tiene sus buenos puntos y una mejor base sobre la que desarrollar la trama.
En esta secuela, aparece Corey, el niño traumatizado por la malvada hada, que ya adulto parece llevar una vida relativamente normal, ganándose la vida como dibujante (no sé de donde ha sacado el autor de la sinopsis, eso de la terapia de grupo), Sumido en su trabajo y sus pensamientos, sentado en un banco, aparece un antiguo colega suyo de la universidad, que le invita a pasar un fin de semana con viejos amigos, en un "cottage" (una casa de campo inglesa), lo que aquí seria una especie de masía, para celebrar la fiesta de Halloween. Con lo que Corey ve la oportunidad de reencontrarse con una antigua relación amorosa, y a persar de las reticencias iniciales por el recuerdo de lo que le habia sucedido antaño en aquellos parajes con la siniestra y oscura historia del hada, decide acudir. Pero no todos a los que encontrará allí traerán intenciones amistosas. De modo que la pesadilla empezará de nuevo.
Aunque la mayor parte de la película se desarrolla en escenas de interior (la vivienda y una vieja cuadra en desuso de la propiedad), y nocturnas, de nuevo la fotografía nos deleita durante la introducción con preciosos planos de vistas de la campiña inglesa a plena luz del día, eso sí, lo justo para ubicar-nos en el set de la historia.
No sin miedo a asistir a un nuevo fiasco, el guión se va desenvolviendo con algo más de salero y sin dormirse en demasiados preámbulos. Va generando la atmósfera para despertar interés, sobre todo gracias al contexto creado y al fantástico trabajo que hace Jake Watkins en su papel. El pobre hace lo que puede, pero para nada acompaña el deplorable trabajo de interpretación de la mayoría del resto de actores, que sumado a unos diálogos cutres, da al traste de nuevo con el producto. Y si asumimos que la convicción de la actuación de los personajes es responsabilidad del director/a, pues nuevo tirón de orejas para la Sra. Louisa Warren, que vuelve a meter la pata.
No sólo en la pésima calidad de los intérpretes, sinó también en el montaje, y en gran medida de la parte central del guión, donde hay momentos confusos en los que parece que la realizadora no sabe hacia donde tirar.
Lo que salva un poco esta secuela, es que uno puede centrar su atención en la evolución del personaje de Corey, cuyos delirios e inquietante comportamiento en creciente progresión a lo largo de la cinta es lo únicamente elaborado de forma decente.
Después de haber visto el fallido intento de Loiusa Warren, en la cochambrosa primera parte, no se imaginan ustedes el palo que me daba visionar un segundo plato de lo mismo. Esta fue la predisposición con la que me puse frente a la pantalla.
Sin embargo, pero no con ánimo de echarle demasiadas flores, cabe decir que si no buena, por lo menos nos podemos encontrar con un producto algo mejorado que tiene sus buenos puntos y una mejor base sobre la que desarrollar la trama.
En esta secuela, aparece Corey, el niño traumatizado por la malvada hada, que ya adulto parece llevar una vida relativamente normal, ganándose la vida como dibujante (no sé de donde ha sacado el autor de la sinopsis, eso de la terapia de grupo), Sumido en su trabajo y sus pensamientos, sentado en un banco, aparece un antiguo colega suyo de la universidad, que le invita a pasar un fin de semana con viejos amigos, en un "cottage" (una casa de campo inglesa), lo que aquí seria una especie de masía, para celebrar la fiesta de Halloween. Con lo que Corey ve la oportunidad de reencontrarse con una antigua relación amorosa, y a persar de las reticencias iniciales por el recuerdo de lo que le habia sucedido antaño en aquellos parajes con la siniestra y oscura historia del hada, decide acudir. Pero no todos a los que encontrará allí traerán intenciones amistosas. De modo que la pesadilla empezará de nuevo.
Aunque la mayor parte de la película se desarrolla en escenas de interior (la vivienda y una vieja cuadra en desuso de la propiedad), y nocturnas, de nuevo la fotografía nos deleita durante la introducción con preciosos planos de vistas de la campiña inglesa a plena luz del día, eso sí, lo justo para ubicar-nos en el set de la historia.
No sin miedo a asistir a un nuevo fiasco, el guión se va desenvolviendo con algo más de salero y sin dormirse en demasiados preámbulos. Va generando la atmósfera para despertar interés, sobre todo gracias al contexto creado y al fantástico trabajo que hace Jake Watkins en su papel. El pobre hace lo que puede, pero para nada acompaña el deplorable trabajo de interpretación de la mayoría del resto de actores, que sumado a unos diálogos cutres, da al traste de nuevo con el producto. Y si asumimos que la convicción de la actuación de los personajes es responsabilidad del director/a, pues nuevo tirón de orejas para la Sra. Louisa Warren, que vuelve a meter la pata.
No sólo en la pésima calidad de los intérpretes, sinó también en el montaje, y en gran medida de la parte central del guión, donde hay momentos confusos en los que parece que la realizadora no sabe hacia donde tirar.
Lo que salva un poco esta secuela, es que uno puede centrar su atención en la evolución del personaje de Corey, cuyos delirios e inquietante comportamiento en creciente progresión a lo largo de la cinta es lo únicamente elaborado de forma decente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
De hecho, todo el ritmo narrativo se basa en el gradual estropicio mental que va experimentando el muchacho, hasta el borde de lo psicótico. Aupado ésto, por el perverso plan de un personaje que se une con su socio en la pandilla que se encuentra para la fiesta, también viejo conocido de Corey. hacia el que guarda y manifestará una especial animadversión que el guión explica de forma poco creible y muy forzada.
Y a pesar de que este personaje está metido ahí con calzador para catalizar el dramatismo y hacer crecer la tensión, tal si fuera una pastilla para dar sabor al caldo, la directora se las apaña para introducir con ese sujeto una especie de subtrama que lo convierte en más malo que la hada, que no hará acto de presencia hasta casi la mitad del filme; basta sólo ver la estética del tío, con cabeza rapada, chupa e intenciones de hacer sufrir a Corey lo "insufrible".
Es pues este elemento, con pinta de "skin" mierdecilla, y su plan para torturar al pobre Corey. con la ayuda de su socio y una amiga en una puesta en escena que quiere hacer creer al desdichado protagonista que ha vuelto la maléfica dentista, lo que Warren usa como percha para desencadenar este nuevo viaje en el que no faltarán los sustos, los gritos y algo de hemoglobina.
Con lo que no cuenta nadie, es que, a causa de la gamberrada hecha a Corey, que incluye la escenificación de la invocación del espíritu del hada, sacada de un libro antiguo de conjuros, traen del inframundo al espantapájaros, y ahí se arma el belén.
Llegados a este punto, vuélvese a poner de manifiesto la torpeza del guionista y de la directora, que parecen no saber cómo resolver el nudo. Entre el matón del cuento, que quiere ajustar cuentas con Corey, los demás muertos de miedo cuando empieza a cargárselos el hada que ya ha entrado en escena, y ante los extraños comportamientos de Corey, creen que éste es el asesino y le encierran en la cuadra abandonada; unos que se quieren ir, otros que quieren quedarse porque les da miedo el peligro que acecha afuera... el hada que resulta que les confunde, haciéndoles creer cuando estan solos que es uno de ellos tomando su forma... total: un pilla a pilla por la casa, y las veces a campo abierto en la oscuridad de la noche, digno más de una comedia de enredos, que de una pelicula de terror.
En este embrollo, la flojera interpretativa de casi todos los personajes, cuyo histerismo tira más para la risa que para otra cosa, y el ritmo caótico de las secuencias ya llegan al puro descaro. Para perderse ahí como pulpo en un garaje.
Y ya cuando casi tenemos a todo títere sin cabeza (perdón, sin dientes; que en esta entrega el hada se ha vuelto muy sibarita, ella, y en vez de arrancárselos a sus víctimas les obliga a hacerlo por sí mismas), la amiga de Corey decide sacarlo de la cuadra, él echa mano del libro de conjuros, e invocan con él al demonio que tiene que venir por donde el hada se coló, y traerla de regreso al infierno.
Colorín colorado, con este final que nos recuerda a las clásicas de la Hammer protagonizadas por el consagrado Vincent Price, el demonio se lleva a rastras a la malvada bruja, y Corey y su novia se van a vivir felices y a comer perdices... pero quién sabe por cuánto tiempo... pues en el plano final, tenemos otro giño: ésta vez con Corey levantándose de la cama donde duerme al lado de su querida, y asiendo un gran cuchillo de cocina con el que se queda mirando por la ventana a guisa de Norman Bates.
De modo que el trauma de Corey es definitivo, e igual que la momia de su madre hace con Norman, el Hada ha dejado para siempre tocado al muchacho.
Queda claro, por lo menos a mí, que si con ello se nos quiere anunciar una nueva secuela, la deriva temática del asunto que hace el guión, les puede costar a los productores un pastizal en derechos de autor. Suerte que el maestro Alfred Hitchcock no está aquí para verlo. Se le pasarían enseguida las ganas de ir al dentista..
Y a pesar de que este personaje está metido ahí con calzador para catalizar el dramatismo y hacer crecer la tensión, tal si fuera una pastilla para dar sabor al caldo, la directora se las apaña para introducir con ese sujeto una especie de subtrama que lo convierte en más malo que la hada, que no hará acto de presencia hasta casi la mitad del filme; basta sólo ver la estética del tío, con cabeza rapada, chupa e intenciones de hacer sufrir a Corey lo "insufrible".
Es pues este elemento, con pinta de "skin" mierdecilla, y su plan para torturar al pobre Corey. con la ayuda de su socio y una amiga en una puesta en escena que quiere hacer creer al desdichado protagonista que ha vuelto la maléfica dentista, lo que Warren usa como percha para desencadenar este nuevo viaje en el que no faltarán los sustos, los gritos y algo de hemoglobina.
Con lo que no cuenta nadie, es que, a causa de la gamberrada hecha a Corey, que incluye la escenificación de la invocación del espíritu del hada, sacada de un libro antiguo de conjuros, traen del inframundo al espantapájaros, y ahí se arma el belén.
Llegados a este punto, vuélvese a poner de manifiesto la torpeza del guionista y de la directora, que parecen no saber cómo resolver el nudo. Entre el matón del cuento, que quiere ajustar cuentas con Corey, los demás muertos de miedo cuando empieza a cargárselos el hada que ya ha entrado en escena, y ante los extraños comportamientos de Corey, creen que éste es el asesino y le encierran en la cuadra abandonada; unos que se quieren ir, otros que quieren quedarse porque les da miedo el peligro que acecha afuera... el hada que resulta que les confunde, haciéndoles creer cuando estan solos que es uno de ellos tomando su forma... total: un pilla a pilla por la casa, y las veces a campo abierto en la oscuridad de la noche, digno más de una comedia de enredos, que de una pelicula de terror.
En este embrollo, la flojera interpretativa de casi todos los personajes, cuyo histerismo tira más para la risa que para otra cosa, y el ritmo caótico de las secuencias ya llegan al puro descaro. Para perderse ahí como pulpo en un garaje.
Y ya cuando casi tenemos a todo títere sin cabeza (perdón, sin dientes; que en esta entrega el hada se ha vuelto muy sibarita, ella, y en vez de arrancárselos a sus víctimas les obliga a hacerlo por sí mismas), la amiga de Corey decide sacarlo de la cuadra, él echa mano del libro de conjuros, e invocan con él al demonio que tiene que venir por donde el hada se coló, y traerla de regreso al infierno.
Colorín colorado, con este final que nos recuerda a las clásicas de la Hammer protagonizadas por el consagrado Vincent Price, el demonio se lleva a rastras a la malvada bruja, y Corey y su novia se van a vivir felices y a comer perdices... pero quién sabe por cuánto tiempo... pues en el plano final, tenemos otro giño: ésta vez con Corey levantándose de la cama donde duerme al lado de su querida, y asiendo un gran cuchillo de cocina con el que se queda mirando por la ventana a guisa de Norman Bates.
De modo que el trauma de Corey es definitivo, e igual que la momia de su madre hace con Norman, el Hada ha dejado para siempre tocado al muchacho.
Queda claro, por lo menos a mí, que si con ello se nos quiere anunciar una nueva secuela, la deriva temática del asunto que hace el guión, les puede costar a los productores un pastizal en derechos de autor. Suerte que el maestro Alfred Hitchcock no está aquí para verlo. Se le pasarían enseguida las ganas de ir al dentista..