La mejor película de Leone. Una obra maestra sobre el paso del tiempo con una magistral dirección que juega con el espectador a su antojo sumiéndolo en un estado de fascinación de cuatro horas de duración.
Los saltos constantes del tiempo narrativo, los grandes momentos en el que detiene la acción, su combinación de violencia con una poesía sorprendente la hace revisable.
No fue fácil. La película nació casi maldita. Se estrenó en dos partes, no obtuvo ni una mísera nominación al Oscar en aspectos tan evidentes como la dirección artística o la banda sonora. James Woods, por favor. Por suerte, a los pocos años sus pases televisivos, sin partir la obra, sirvió para reivindicarla.
La primera vez que la vi me costó seguirla. Sus momentos minimalistas me irritaron. Ese pastelito, ese remover del azúcar en el café. Sus aspectos más violentos me incomodaron. Todo eso quedó anulado en su siguiente visionado, que me atrapó hasta extremos insospechados. Lo continua haciendo y eso que sigo sin entender el plato que le lanzan a Noodles debajo de la autopista ni la reaparición de Joe Pesci en la puerta del ascensor del hospital.
Desgraciadamente sigue sufriendo estragos en su distribución. En DVD en 2003 nos trajo un nuevo doblaje más pésimo que el de su estreno. Su paso a HD nos ha traído otro algo mejor y 30 minutos más que paso a desglosar en el spoiler y que no aportan nada especialmente destacado.