Cada cierto tiempo el cine británico nos ofrece una película sobre sus conflictos sociales. Lo hace siempre con emoción y dotándolas de una comicidad amable.
Este es el caso de Pride, que consigue de manera algo esquemática adentrarnos en la problemática del mundo gay de los años 80, contrastándola con los problemas de la población minera en pleno conflicto con la política de Thacher.
Lo sorprendente de esta muestra que pudiera parecer manida es que consigue de manera aparentemente sencilla mostrar un mosaico de personajes que se adueñan fácilmente del espectador. Es tan amplio y tan eficaz el número de personajes (y actores en estado de gracia) que se mueven como peces en el agua en esta trama, que la empatía con ellos resulta altamente gratificante.
Amable, contenida, quizá algo larga, busca el favor del público y lo consigue, no tanto por su trama, sino porque contiene una docena de situaciones e interpretaciones realmente perfectas, en especial Paddy Considine, al que espero algún día le premien con un personaje que le haga alcanzar la gloria que se merece.