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Voto de cinedeautor:
8
Drama. Romance En los años 50, la joven irlandesa Eilis Lacey decide abandonar Irlanda y viajar a los Estados Unidos, concretamente a Nueva York, donde conoce a Tony, un chico italiano con el que comienza a salir y del que se enamora. Pero, un día, a Eilis le llegan noticias de una triste noticia familiar y tendrá que decidir entre quedarse en su nuevo país o volver a su tierra natal. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2015
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente este es el año de Irlanda en el cine. Brooklyn y La habitación, la otra película irlandesa que está triunfando, acaparan todas las nomaciones a mejor película y actriz principal en los premios que reparten las diversas Asociaciones de Estados Unidos. Consolidadas como dos de las mejores películas del año, se ha unido también la compatriota Viva, una cinta hispanoparlante que ha roto las expectativas al colarse en la preselección de las candidatas a mejor película de habla no inglesa en los Oscars. John Crowley pertenece a la ola de directores irlandeses que llevan dando guerra desde hace más de 20 años y cuyas películas traspasan las islas británicas para coronarse en los festivales de todo el mundo. Crowley es un caso particular, pues es muy difícil reconocer en él un estilo propio. Comenzó su carrera en 2003 con Intermission, una cinta ambientada en Dublín y que contaba con un reparto coral para así formar una serie de historias cruzadas. Imitando en su desarrollo a Trainspotting, de moda en aquella época, fue una carta de presentación más que digna. Cinco años más tarde abandonó la comedia alocada para meterse de lleno en un drama duro (Boy A) para televisión, el cual tuvo un enorme éxito y ganó cuatro premios BAFTA. Pero a partir de ahí, desapareció. La irregular ¿Hay alguien ahí? no cumplió las expectativas y esta comedia dramática pasó sin pena ni gloria. Peor suerte tuvo su último trabajo, Circuito cerrado, una obra de corte político más que digna pero que no se llegó ni a estrenar en cines por nuestro país a pesar de contar con actores reconocidos como Eric Bana o Rebacca Hall. Tal vez, este fuera su trabajo más impersonal y que parece más el típico encargo de Hollywood que de un director europeo. Con Brooklyn, continúa en el drama pero echa una mirada atrás al retratar la sociedad irlandesa y americana de los años 50. El guion corre a cargo de un especialista en centrar historias en mujeres como es el nominado al Oscar Nick Hornby (An education, Alma salvaje). La película está basada en el libro del reputado escritor irlandés Colm Tóibín, especializado en plasmar la sociedad irlandesa, vivir en el extranjero y la lucha por preservar la identidad de uno mismo.

No hace falta irse muy lejos para pensar en una película parecida y que trate este tema de manera similar. Imposible que no se venga a la mente de uno El sueño de Ellis (The Immigrant), dirigida por James Gray, y que, casualidad o no, el título en español contiene el nombre de la protagonista de Brooklyn: Ellis. Y es que en el film protagonizado por Marion Cotillard, ese nombre hace referencia a Ellis Island, la isla que actuaba como entrada a todos los inmigrantes que llegaban en barco desde Europa. Aunque luego en el desarrollo se va a distanciar, ya que la cinta de Gray es mucho más oscura y trata temas tan delicados como la prostitución, sí que es parecida en cuanto al tema de la inmigración y el triángulo amoroso en la que se ve envuelta Cotillard.

A lo largo de la historia del cine, ha habido dos directores que han hecho del humanismo y la nostalgia sus dos principales características reconocibles en sus trabajos. El primero fue el japonés Yasujiro Ozu, que contaba perfectamente la descomposición familiar -muy presente en Brooklyn- a causa del abandono de los hogares por parte de los hijos. Para siempre quedará el duro retrato de Cuentos de Tokio. El segundo fue John Ford que, casualidades de la vida, era de origen Irlandés. Supo plasmar perfectamente la añoranza por los tiempos pasados y la identidad territorial que tiene uno. La patria jugó un papel muy importante en todos sus trabajos, al igual que las personas que uno va dejando atrás. De esta manera, rebosaba a sus protagonistas de una melancolía palpable y que tocaba a uno el corazón. El hombre que mató a Liberty Valance, Río Grande o Qué verde era mi valle son algunos de los ejemplos más claros. En Brooklyn podemos encontrar todo ello con un lirismo que adorna todo el relato y evoca continuamente al maestro californiano. Tal vez, la diferencia más palpable es que John Crowley se centra exclusivamente en los sentimientos de Ellis y se olvida en parte, intencionadamente o no, de hacer una radiografía clara de la sociedad de la época y su continua evolución como sí hacían los otros dos; aunque sí podemos ver un poco las diferencias que existían entonces entre la vida americana y la irlandesa. Ya sea en la forma de vestir o en la manera abierta o cerrada que se comportaban las diferentes personas. Lo que sí concuerda con Ford o con Ozu es en la capacidad de dotar a los secundarios de un humanismo que no todas las películas son capaces de dar; pues todos ellos rebosan de vida y están presentes incluso fuera de plano.

- Sigue en spoilers sin ningún spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedeautor
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