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Voto de El espectador medio:
6
Ciencia ficción. Thriller. Intriga. Acción Dom Cobb (DiCaprio) es un experto en el arte de apropiarse, durante el sueño, de los secretos del subconsciente ajeno. La extraña habilidad de Cobb le ha convertido en un hombre muy cotizado en el mundo del espionaje, pero también lo ha condenado a ser un fugitivo y, por consiguiente, a renunciar a llevar una vida normal. Su única oportunidad para cambiar de vida será hacer exactamente lo contrario de lo que ha hecho siempre: la ... [+]
29 de junio de 2017
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Antes de meternos en harina, y como diría D10s “con permiso de las damas”, he de hacer una puntualización de capital importancia. No dudo de su talento como actor, que lo tiene, y además aquí lo vuelve a demostrar. No dudo de que haya sido un mito erótico de finales del milenio pasado, aunque yo sinceramente prefiero a su compañera de reparto en aquella película tan famosa del barquito que se hundía. Lo que me temo es que aquel naufragio en pantalla, que no en taquilla, le reportó beneficios suficientes para no volver a pasar hambre el resto de su vida, y el bueno de Leonardo DiCaprio se tomó el tópico al pie de la letra. ¿Han visto lo ceporro que se ha puesto, oigan, que parece que ha despachado él solo toda la producción de pizzas y hamburguesas de California? Vale que quien tuvo retuvo, y que la tropa de fans histéricas estarán siempre ahí… pero si me lees, quillo, Leo, apúntate a un gimnasio o algo, que con esa cara de pan se liga poco. Fíate, que de eso (de ligar poco) sé un rato.

Dicho lo cual (qué ganas tenía), insisto en que su trabajo en este filme es muy digno. Consigue dar vida a un personaje bastante profundo, lleno de contradicciones, de conflictos internos y de todas esas cosas que tanto les gusta destacar a los teóricos del cine, de forma bastante creíble, como si un jaleo de las proporciones del que tiene en mente el señor Cobb, al que interpreta, sea lo más natural del mundo. Confieso que yo era un tanto reticente a este tipo, al que veía como el típico figurín aupado al estrellato por su cara bonita (e hinchada), pero últimamente he visto un par de cosas suyas que me están haciendo cambiar de opinión. Tampoco están mal, aunque tengan menos nombre, los demás actores, entre los que cabe destacar a Joseph Gordon-Lewitt (que se luce lo poco que su papel le permite), los guiris Ken Watanabe y Dileep Rao, y la poco significativa parte femenina de la que se encargan en exclusiva una enorme Marion Cotillard y una sensiblemente más floja Ellen Page.

Muy bien, muy bonito esto de los intérpretes, pero se preguntarán ustedes de qué va la película. Pues va de dormirse. Hasta ahí puedo leer sin destripar. No quiero decir que sea aburrida, aunque me consta de gente que se ha quedado frita en su butaca. Los guionistas desayunaron raro el día que se pusieron a escribir y les salió una paranoia rarísima y retorcidísima sobre el mundo de los sueños en no sé cuántos niveles de profundidad. Entenderse, se entiende, pero hay que tener los cinco sentidos a tope, y quien tenga seis, el sexto; no se entretengan ni en comer palomitas, porque en cuanto se escape un detalle, por sutil que aparente ser, las piezas dejan de encajar, las referencias mentales se descolocan y se viene abajo el invento.

El esfuerzo que hay que hacer para no perderse en el argumento hace casi imposible fijarse en nada más. Poco puedo contarles, por ejemplo, de la banda sonora, porque no recuerdo ni dos corcheas seguidas. Algo bueno o malo según se mire: ¿pasa desapercibida porque es irrelevante o porque se funde perfectamente con la imagen? Decidan ustedes. Sí son más evidentes las horas que habrán echado en el laboratorio para llenar medio filme de efectos especiales fantásticos y muy bien logrados. El director, Christopher Nolan, también hace un trabajo decente al conseguir darle cierta coherencia a una historia tan compleja, pero cae en uno de los pecados habituales de los cineastas consagrados: la avaricia temporal, pues pretende que le entreguemos ¡dos horas y media! de nuestras vidas. Tanto desgaste pasa factura en el sufrido espectador, que aunque disfrute, corre serio riesgo de saturarse. La película merece la pena, y seguro que algún sector de frikis opina que es “de culto”, pero no vayan a verla un día que les duela la cabeza o no hayan podido echarse una siesta.


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