Como todo lo de Tarantino, brillante, espectacular ,desmesurado.
La gran virtud de este director: nunca aburre, no decepciona. Se le podrán afear después muchos defectos, pero nunca el de aburrir a su público. Con él nunca te quedarás dormido en la sala. En este caso Tarantino parece caricaturizarse a sí mismo, llevando la acción a un extremo casi grotesco. Lo que empieza por ser un western que no se sabe por dónde va a ir, se convierte a medida que pasa el metraje en una historia de intriga y finalmente en una película de terror, adobada con el humor negro de Tarantino, obviamente. La violencia tarantiniana tarda en llegar, pero lo hace a conciencia, quizás de modo más intenso que nunca.
Las interpretaciones, excepcionales. Los diálogos insuperables. Los toques de humor negro, constantes y geniales.
Quedó inquietantemente en la mente de este espectador una imagen tan distorsionada de la violencia, tan declaradamente gore que no supo si reaccionar ante ella con la carcajada más loca o con el espanto que obliga a taparse la vista.