Pues esta segunda entrega de la segunda trilogía de Star Wars no defrauda en absoluto, aunque, claro está, opiniones hay para todos los gustos y, evidentemente, todas son respetables. La primera parte no era gran cosa. Por lo tanto, el listón tampoco estaba demasiado alto. Lucas acierta (por fin) al ofrecernos una trama mucho más seria, oscura e interesante. Anakin ya ha crecido. No lo suficiente mentalmente como para anteponer su deber a sus sentimientos personales, eso sí. Obi-Wan tiene su barba para demostrar que los años no pasan en balde. Un cazarrecompensas trata de asesinar a Padmé, por lo que esta debe huir con el zorro de Anakin. El villano de este episodio está interpretado por un actor bastante conocido (Christopher lee, que en paz descanse). La música es más o menos la misma que en La amenaza fantasma. No aporta demasiado, salvo cuando Anakin se enfada y con ello podemos escuchar algo de la famosa melodía de Darth Vader. Las actuaciones son pasables. Nadie destaca en el reparto salvo Hayden Christensen. Los momentos románticos no están mal, pero a veces llegan a ser infantiles. Los efectos especiales son una pasada. Si en la primera eran buenos, aquí son mejores, al menos, para mí, claro. Las distintas especies de bichos que aparecen parecen más reales y hay mayor variedad de ellas. Cuando Anakin acaba con los asesinos de su madre por la ira que siente, se nos da a entender que el lado oscuro ya está sembrado en su alma. Ese rencor que demuestra es un gran acierto por parte de la película. El final no puede ser mejor con los clones atacando a los droides del ejército de la Federación de Comercio. Al fin, la guerra ha empezado. El enfrentamiento entre Yoda y Dooku me encanta. Por fin vemos a Yoda en acción. Considero que la cinta que nos ocupa es bastante superior a la primera y opino que a los fanáticos de la saga (hablando, por supuesto, de los amantes de la trilogía original) les gustará disfrutar de este espectáculo galáctico.